
De madrugada, el cielo de Canarias se iluminó con una traza brillante mientras un artefacto orbital se deshacía a gran altitud. Testigos en varias islas observaron destellos y escucharon retumbos tras el paso del satélite chino, cuyo recorrido principal se situó sobre la vertical de Tenerife.
Los equipos científicos confirmaron pronto el origen: se trataba del XYJ-7, una plataforma lanzada por China en 2020 que reingresó en la atmósfera. La señal quedó registrada por diferentes redes, incluida la estación de AEMET en Izaña, y no se han reportado daños materiales ni restos en superficie.
Cronología y cómo se detectó

El Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC) fijó el momento clave a las 01:57:27 UTC, con paso sobre Tenerife y una fragmentación que originó un tren de ondas sónicas. Esas señales fueron captadas por trece estaciones sísmicas distribuidas por el archipiélago, dibujando una secuencia clara del evento.
La Red Sísmica Canaria detectó alrededor de la 02:58 hora local una señal compatible con un bólido, visible desde varios puntos del archipiélago. En este contexto, bólido se usa para describir un fenómeno muy luminoso y energético, independientemente de si el origen es natural o artificial.
Los registros mostraron una serie de impulsos acústicos asociados a la ruptura del satélite en múltiples fragmentos. Cada separación generó su propia onda de choque, lo que explica que se percibieran retumbos sucesivos e incluso ligeras vibraciones a nivel del suelo.
Además de la señal acústica, en Izaña se constató el paso mediante instrumentación óptica. Los sensores confirmaron una desintegración a decenas de kilómetros de altitud, en torno a la mesosfera, donde meteoros y restos espaciales suelen deshacerse por fricción.
Coincidió en el tiempo un pequeño terremoto próximo a Tenerife, lo que generó confusión entre algunos vecinos; los técnicos aclararon que ambos fenómenos no guardan relación, ya que en el satélite el origen de la señal era una onda propagada por el aire.
Qué objeto era y por qué cayó

La Red Española de Investigación de Bólidos y Meteoritos (SPMN), junto al ICE-CSIC, identificó el aparato como el XYJ-7. El especialista Marco Langbroek, de la Universidad Tecnológica de Delft, comparó la trayectoria observada con la evolución orbital prevista y halló una concordancia total con el reingreso estimado para esa madrugada.
Desde Involcan se recordó que la Tierra está continuamente expuesta al impacto de objetos de origen cósmico; la mayoría son diminutos y se vaporizan como “estrellas fugaces”. En ocasiones, entran cuerpos mayores o chatarra espacial como satélites o etapas de cohetes, capaces de producir destellos intensos y ondas de choque perceptibles.
La física del reingreso es bien conocida: la fricción con el aire genera temperaturas muy elevadas, suficientes para que el material se sobrecaliente por encima de los 1.500 ºC. El resultado es una luminiscencia intensa y, cuando partes del objeto superan la barrera del sonido, estallidos sucesivos que los sismómetros registran como pulsos acústicos.
El Instituto Geográfico Nacional matizó que la señal asociada al evento tenía una firma compatible con ondas en la atmósfera, no con un proceso tectónico. Por su parte, el IAC y cámaras automáticas recogieron imágenes donde se aprecia la fragmentación progresiva del aparato en varias trayectorias incandescentes.
Aunque episodios como este son cada vez más frecuentes por el aumento del tráfico espacial, el riesgo para la población es bajo: la inmensa mayoría de los restos se desintegran a gran altura y, salvo casos excepcionales como Cheliábinsk en 2013, no provocan daños significativos. En Canarias, no se han constatado incidencias.
Lo ocurrido deja una imagen nítida de cómo trabajan las redes científicas cuando un objeto reentra: detecciones coordinadas, análisis orbital y verificación instrumental permiten explicar un espectáculo luminoso y sonoro que, pese a lo llamativo, no tuvo consecuencias para la ciudadanía.