La creencia de que las nubes y la lluvia nos salvan de los efectos del sol es bastante habitual, pero los datos y los expertos dejan claro que la radiación ultravioleta sigue estando presente incluso en días en los que el sol no se ve brillar. Muchas personas, al ver el cielo cubierto o durante jornadas lluviosas, bajan la guardia y prescinden de la protección solar, lo que puede tener consecuencias serias para la salud de la piel.
En los últimos años, diversos organismos y especialistas en dermatología han insistido en la importancia de protegerse frente a la radiación UV independientemente del clima. Aunque los rayos UV no son visibles, llegan a la superficie terrestre incluso en condiciones de nubosidad, por lo que el riesgo de daño cutáneo se mantiene a lo largo de todo el año.
¿Las nubes bloquean los rayos UV?
Las nubes atenúan parcialmente la cantidad de radiación ultravioleta que nos llega, pero no la eliminan. Incluso los días de lluvias o cuando el cielo está cubierto, existe un porcentaje significativo de rayos UV que atraviesan las nubes y continúan impactando sobre la piel. Además, los reflejos en superficies como el agua, la arena o la nieve pueden incrementar la exposición, haciendo que los efectos se mantengan incluso sin ver el sol directamente.
De hecho, la claridad que se percibe durante el día, aunque venga acompañada de nubes o precipitaciones, sigue siendo una fuente de radiación ultravioleta. Esta radiación puede dañar las células cutáneas y aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades como el cáncer de piel, un problema que no solo afecta a personas mayores, sino que cada vez se detecta en personas jóvenes.
Protección solar: una rutina diaria imprescindible
Los expertos recalcan la necesidad de mantener hábitos de fotoprotección durante todo el año, no solo en verano o los días despejados. El uso diario de protector solar, junto con prendas protectoras como gorras, sombreros y mangas largas, resulta esencial para minimizar el daño solar acumulativo. Se recomienda aplicar el producto en todas las áreas expuestas y reforzar la aplicación cada dos horas, especialmente si se realizan actividades al aire libre o se está en contacto con agua.
Además, se subraya la importancia de emplear protectores solares de amplio espectro con un factor de protección elevado (mínimo FPS 30, siendo lo ideal FPS 50+), capaces de proteger tanto frente a los rayos UVA como a los UVB. La radiación UVA es responsable del envejecimiento prematuro y también contribuye al cáncer de piel, mientras que la UVB es la principal culpable de las quemaduras solares.
La radiación UV atraviesa ventanas y vidrios comunes
Uno de los aspectos menos conocidos es que la radiación ultravioleta puede traspasar las ventanas convencionales. A menos que los vidrios tengan tratamientos específicos que bloqueen los rayos UV, la luz que entra en oficinas, hogares o vehículos continúa exponiendo la piel a estos efectos nocivos. Por eso, los dermatólogos insisten en que la fotoprotección debe aplicarse también cuando se pasa tiempo en espacios interiores bien iluminados.
En algunos países, la cercanía al ecuador o determinadas condiciones atmosféricas hacen que el nivel de radiación ultravioleta sea especialmente alto durante todo el año, con independencia de la estación. Las tasas de cáncer de piel en estas regiones suelen ser más elevadas, lo que impulsa a médicos y asociaciones a promover campañas de concienciación para recalcar la importancia del cuidado diario de la piel.
Hacia una protección más segura y respetuosa con el medio ambiente
Aparte de la efectividad en la protección solar, la selección de productos respetuosos con el entorno también es un aspecto relevante. Se recomienda optar por protectores solares con ingredientes eco amigables, ya que compuestos como la sulisobenzona han sido identificados como dañinos para los ecosistemas marinos y la biodiversidad. Estos ingredientes pueden llegar al mar y afectar a los corales y la vida acuática, por lo que elegir fórmulas sin sustancias perjudiciales resulta fundamental para cuidar tanto la salud propia como la del planeta.
Igualmente, se aconseja prestar atención al etiquetado de los productos y adquirirlos en establecimientos de confianza para garantizar su calidad y seguridad. Los protectores solares no son solo un cosmético más, sino que deben considerarse como una herramienta médica de prevención y, por ello, utilizarse de manera responsable y consciente.
La protección frente a los rayos ultravioleta debe considerarse un hábito imprescindible en cualquier época del año, independientemente de si el cielo está despejado o cubierto. La radiación atraviesa nubes y ventanas, y su impacto sobre la piel puede tener consecuencias acumulativas y graves. Adoptar rutinas de fotoprotección diaria y elegir productos adecuados, tanto para la salud como para el medio ambiente, es clave para reducir los riesgos y disfrutar del aire libre con tranquilidad.