Tras un verano de extremos térmicos y grandes incendios, la atención vira hacia el frío: los principales modelos coinciden en un escenario más cambiante, con olas de frío más plausibles y episodios de nieve más frecuentes que en los últimos años.
Las tendencias estacionales de Severe Weather Europe (con datos de ECMWF y CanSIPS) apuntan a una La Niña débil y a un vórtice polar menos robusto como los ingredientes que podrían favorecer irrupciones de aire ártico, sobre todo en pleno invierno.
Por qué se anticipan olas de frío este invierno
Una La Niña débil implica enfriamiento en el Pacífico tropical y altera la circulación atmosférica, modificando la corriente en chorro y facilitando que las masas frías alcancen latitudes medias.
Los modelos sugieren un vórtice polar débil; cuando sucede, el chorro se ondula, se abren pasillos para que el aire gélido escape del Ártico y aumentan los episodios de frío intenso y nevadas.
Con un chorro más fragmentado son más probables los bloqueos de altas presiones y los giros en la circulación que disparan la variabilidad: frentes fríos potentes alternando con respiros templados.
ECMWF y CanSIPS convergen en señales de mayor dinamismo en Europa y también en Estados Unidos y Canadá. Aun así, la media estacional no tiene por qué ser más fría; lo más verosímil es una sucesión de picos fríos de entidad dentro de un invierno más movido.
Enero como mes decisivo en Europa

Los escenarios de presión contemplan un bloqueo anticiclónico al norte del continente girando en sentido horario, lo que canalizaría un flujo más frío desde el noreste hacia el centro y el oeste de Europa.
Si ese patrón se consolida, enero podría registrar valores normales o por debajo de la media en amplias zonas, con mayor propensión a nevadas y a entradas de aire polar más frecuentes.
La atmósfera puede sorprender: es posible una alternancia de pulsos fríos y tréguas cálidas, y un calentamiento estratosférico repentino podría potenciar un colapso temporal del vórtice. En cualquier caso, los pronósticos estacionales deben tomarse con cautela.
Qué implican estos escenarios para España
De materializarse el esquema descrito, el norte y la Meseta quedarían más expuestos a irrupciones frías procedentes de Europa central, con mayor riesgo de heladas y episodios de nieve.
En el Mediterráneo y el sur tenderían a alternarse entradas polares con rachas más templadas empujadas desde el norte de África, dando un invierno más variable que en campañas recientes.
Sectores como agricultura, energía y transporte deberán prever posibles interrupciones por nevadas puntuales o descensos térmicos bruscos incluso si el promedio de la estación no resulta extremo.
Con el foco en la AEMET y en los avisos de situación, la planificación y la gestión de picos de demanda energética serán claves si las olas de frío terminan imponiéndose en los momentos críticos.
Tras un verano inauditamente cálido, se perfila un periodo frío más dinámico, con olas de frío más probables y enero como mes a vigilar, sin que ello garantice un invierno globalmente más helador que la media.

