Durante los últimos días, Sudamérica ha sido escenario de una ola de frío polar sin precedentes que está dejando huella en Argentina, Chile y Uruguay. La abrupta llegada de esta masa de aire gélido, procedente de la Antártida, ha provocado temperaturas inusualmente bajas, con numerosos récords históricos tanto en ciudades como en zonas rurales, y ha desencadenado una serie de medidas excepcionales por parte de las autoridades para hacer frente a las consecuencias.
Este evento meteorológico extremo ha causado al menos 15 muertes, principalmente entre personas sin hogar expuestas a las condiciones adversas. Buenos Aires vivió su jornada más fría desde 1991, al registrar -1.9 °C, mientras que otras localidades, como la costera ciudad de Miramar, experimentaron nevadas por primera vez en tres décadas. En el sur argentino, Maquinchao alcanzó los -18 °C, y la Patagonia llegó incluso a los -20 °C en algunas zonas.
Medidas oficiales y afectaciones en servicios
El impacto de la ola de frío ha obligado a los gobiernos de la región a priorizar el suministro de gas para los hogares, suspendiendo el abastecimiento a industrias y estaciones de servicio. Esta decisión ha sido tomada tras el aumento sin precedentes en la demanda de gas natural, derivando en cortes energéticos en ciudades como Mar del Plata y Buenos Aires, donde miles de personas permanecieron sin calefacción y electricidad durante horas.
Las escuelas, edificios públicos y comercios también se vieron afectados, al permanecer cerrados en varios puntos como medida para preservar la energía. Mar del Plata, a 380 kilómetros de Buenos Aires, vivió uno de los inviernos más crudos de la memoria reciente, con sistemas de calefacción colapsados por la escasez de suministro.
Alerta roja y emergencia en Uruguay y Chile
En Uruguay, la ola polar llevó a la declaración de «alerta roja» nacional, permitiendo el traslado forzoso de personas sin techo a refugios habilitados. Seis muertes confirmadas apuntan a la vulnerabilidad de quienes residen en la calle frente a estas condiciones extremas. Montevideo experimentó su máxima más baja desde 1967, con 5.8 °C.
Chile, por su parte, registró -9.3 °C en Chillán y activó dispositivos especiales de refugio y ayuda. Las ciudades de Santiago, Rancagua y Talca sufrieron, además, un importante deterioro de la calidad del aire debido al estancamiento del aire frío y la acumulación de contaminantes.
Nevadas excepcionales y daños económicos
Uno de los aspectos más llamativos de esta ola polar ha sido la aparición de nieve en el desierto de Atacama, el sitio más árido del planeta, fenómeno que no se veía en más de una década. Igualmente, Mar del Plata y otras zonas atípicas del litoral argentino amanecieron cubiertas de blanco, alterando la rutina diaria de sus habitantes.
Las consecuencias económicas y sociales no se han hecho esperar. Agricultores del centro de Chile y norte de la Patagonia han informado de pérdidas considerables en cosechas de fruta y cultivos de invierno, como resultado de las heladas. El transporte y las actividades escolares han sufrido numerosas interrupciones, especialmente en regiones poco acostumbradas a rigores invernales tan severos.
Contexto climático y explicación científica
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la ola de frío comenzó el 26 de junio y alcanzó su máximo a finales de mes, cuando Argentina y Chile figuraron entre los puntos más fríos del globo fuera de los polos. El origen del fenómeno se atribuye a un anticiclón polar que ha canalizado aire proveniente del sur, manteniendo cielos despejados y heladas prolongadas incluso en áreas bajas, lejos de lo habitual.
Expertos en meteorología, como el climatólogo Raúl Cordero y portavoces del Servicio Meteorológico Nacional argentino, señalan que la variabilidad climática y el debilitamiento de la corriente de chorro polar facilitan la llegada de estas masas de aire gélido a latitudes inesperadas. Aunque las olas de frío tienden a ser menos frecuentes que las de calor, los episodios extremos de bajas temperaturas pueden ser especialmente intensos y estar potenciados por el cambio climático.
En el panorama global, el contraste entre las olas de calor en el hemisferio norte y este episodio polar en Sudamérica refleja la complejidad y los efectos extremos del clima actual, evidenciando una tendencia a la intensificación de todos los fenómenos meteorológicos.
La rápida sucesión de días gélidos, los récords de temperatura y la respuesta de las autoridades ponen de manifiesto la magnitud del desafío climático que enfrenta la región. La capacidad de adaptación de los servicios y la protección a los más vulnerables será crucial, ya que los pronósticos prevén que esta tendencia de extremos podría repetirse o intensificarse en próximos inviernos.