Catalunya ha dejado atrás oficialmente el estado de emergencia por sequía que marcó al territorio durante más de tres años. Tras una serie de lluvias intensas en los últimos meses, la situación de los embalses ha mejorado notablemente. El volumen de agua almacenada se acerca de nuevo a los valores previos a la crisis, aunque los expertos advierten que la huella de este periodo de escasez todavía persiste en muchos ámbitos.
Entre 2021 y 2024, el territorio catalán ha sufrido la peor sequía de su historia reciente. El Servei Meteorològic de Catalunya (Meteocat) ha confirmado que este episodio no tiene precedentes desde que existen registros y que, pese a la recuperación de reservas, la falta de agua acumulada en esos años no se ha solucionado completamente. De hecho, sólo quince de los últimos 44 meses presentaron precipitaciones dentro de la normalidad, lo que evidencia la gravedad y duración del déficit hídrico.
Un fenómeno sin precedentes y su contexto climático

Los datos de Meteocat revelan que este periodo de sequía forma parte de un proceso más amplio de aridificación del Mediterráneo occidental. Según explican los especialistas, no sólo se trata de una anomalía puntual, sino de una tendencia a largo plazo: la región experimenta menos lluvias y temperaturas más elevadas de manera sostenida desde hace décadas. Las subcuencas del norte y este de Catalunya —como Muga, Fluvià y Ter— muestran una mayor propensión a la sequedad, situando a la comunidad autónoma como epicentro del impacto climático en la cuenca mediterránea.
Durante los años 2022, 2023 y 2024, las anomalías de temperatura superaron los 2 grados respecto a la media histórica, un valor que coloca a Catalunya por delante de grandes urbes mundiales en cuanto al aumento térmico, incluso por encima de ciudades como Nueva Delhi, Tokio y Atenas. Barcelona, por ejemplo, ha vivido una anomalía de 2,5 grados, una situación prácticamente inédita en registros climáticos anteriores.
Recuperación tras un periodo crítico

La falta de lluvias provocó una caída estrepitosa de las reservas de agua en los embalses internos de Catalunya, alcanzando mínimos históricos del 14% de capacidad a principios de 2024. Esta situación llevó al Govern a activar la emergencia por sequía, aplicando restricciones que afectaron a más de seis millones de ciudadanos, sobre todo en el área metropolitana de Barcelona y parte de Girona.
Las lluvias registradas entre la primavera y el verano de 2025 han cambiado el panorama. El sistema Ter-Llobregat, fuente principal de agua para la región central catalana, ha recuperado niveles superiores al 77%, una cifra que no se veía desde hace años. Este repunte ha permitido levantar la mayoría de restricciones y recuperar la normalidad en el abastecimiento, situando a las cuencas internas y a la mayor parte de los embalses en torno al 78% de su capacidad.
Pese a esta mejora, los expertos insisten en que el ciclo hídrico todavía sufre las consecuencias de los años de sequía. Las recientes lluvias han sido intensas, pero no suficientes para compensar el déficit acumulado. El Meteocat recuerda que la recuperación total requiere no sólo de episodios húmedos puntuales, sino de una tendencia sostenida de normalización en las precipitaciones.
Comparativa anual y estado actual de los embalses

Observando los datos actuales, el nivel de los pantanos dobla el registrado hace exactamente un año, cuando apenas alcanzaban el 37%. El volumen total de agua almacenada es mucho mayor que en la misma fecha del año pasado y también supera la media de la última década. La recuperación es especialmente evidente en sistemas clave como el Ter-Llobregat y en los embalses gestionados por la Confederación Hidrográfica del Ebro para Lleida y Tarragona, casi todos por encima del 75% de su capacidad.
El entramado hídrico catalán incluye tanto embalses grandes —Sau, Susqueda, la Baells, la Llosa del Cavall y Sant Ponç— como otros más pequeños fuera del sistema principal, como Darnius Boadella, Foix, Siurana o Riudecanyes. Todos ellos registran valores similares o superiores a los datos previos a la sequía y, según la Agència Catalana de l’Aigua (ACA), el seguimiento diario es clave para detectar posibles cambios debido al consumo estival.
Un ciclo cada vez más frecuente y desafíos futuros

El informe de Meteocat insiste en que la frecuencia e intensidad de las sequías han aumentado notablemente en el siglo XXI. Además de la crisis de 2021-2024, la región vivió otro episodio grave entre 2004 y 2008. Los periodos húmedos entre sequías son ahora más cortos, lo que significa que los episodios de falta de agua se suceden con menos tiempo de recuperación. La combinación de menos precipitaciones y el aumento continuado de las temperaturas incrementa la aridez. Esto podría llevar, según los meteorólogos, a que en el futuro no sólo se repitan sequías extremas, sino que adquieran características capaces de modificar el paisaje de forma irreversible.
El caso de Catalunya se inserta dentro de una tendencia global del Mediterráneo occidental, donde el proceso de aridificación es generalizado. Según los especialistas, la gestión eficiente de los recursos hídricos y la planificación territorial serán imprescindibles para minimizar el impacto de futuras sequías. Las autoridades recuerdan la importancia de preparar infraestructuras y estrategias de abastecimiento que permitan hacer frente a estos retos.

Actualmente, a pesar de la mejora, los expertos advierten que no se debe bajar la guardia. La experiencia reciente en Catalunya subraya la necesidad de vigilar de cerca la evolución de los recursos hídricos y de anticipar respuestas ante posibles nuevos episodios de escasez, que, según todos los pronósticos, tenderán a ser cada vez más habituales y severos en las próximas décadas.