
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos ha oficializado el regreso de La Niña, con condiciones ya presentes en el Pacífico tropical y señales que encajan con un episodio débil y de corta duración. La referencia clave se sitúa en torno al umbral de -0,5 °C en la región Niño 3.4, una marca que define el inicio de la fase fría del ENOS.
Tras varias semanas con señales intermitentes de enfriamiento, el patrón se ha consolidado y se prevé que se mantenga desde diciembre hasta febrero, con probabilidad superior al 50%. Este escenario podría traducirse en cambios en lluvias y temperatura en Sudamérica, con especial atención al sur de Brasil y Uruguay, y un seguimiento cercano en Argentina.
Qué está ocurriendo en el Pacífico ecuatorial
La anomalía de la temperatura superficial del mar en la región Niño 3.4 ronda los -0,5 °C, situando al sistema en el límite de una Niña débil. El enfriamiento se concentra en el Pacífico centro-oriental, mientras los vientos alisios más intensos empujan las aguas cálidas hacia el oeste y favorecen el afloramiento de aguas frías en el este. Este acoplamiento refuerza la circulación de Walker y modula los patrones de precipitación a escala planetaria.

Duración prevista y evolución del episodio
Impactos regionales más probables
En Brasil, el enfriamiento del Pacífico suele traducirse en Río Grande do Sul como área crítica por el déficit en el sur, mientras que el norte y el noreste tienden a registrar precipitaciones superiores a la media. Además, se incrementa la frecuencia de incursiones de aire frío, con la posibilidad de irrupciones más marcadas a finales del primer año del episodio.
Uruguay afrontaría un escenario de lluvias por debajo de lo habitual en el tramo final del año, con impactos potenciales en los departamentos fronterizos con el sur de Brasil y necesidad de ajustar la gestión del agua en sistemas urbanos y rurales.
En Argentina, el panorama aparece heterogéneo según los organismos nacionales: el Litoral y el noreste podrían registrar lluvias inferiores a lo normal; el noroeste tendría precipitaciones por encima de la media; la región central se movería cerca de valores típicos, y la Patagonia mostraría un sesgo entre normal e inferior. Aún se vigila el acoplamiento océano-atmósfera, clave para terminar de definir la señal.
Repercusiones en el campo y en los ecosistemas
La Niña puede tensionar la producción de trigo, soja y maíz por la falta de agua en etapas críticas, con menor rendimiento potencial, más presión sobre el riego y mayor vulnerabilidad financiera para productores medianos y pequeños.
El déficit hídrico eleva el peligro de incendios forestales al convertir la vegetación seca en combustible, y las heladas tardías pueden complicar la fruticultura y la vitivinicultura en zonas sensibles a irrupciones frías.
Los ecosistemas también se resienten: la reducción de caudales en ríos y humedales limita hábitats, compromete la biodiversidad y afecta el abastecimiento de agua para poblaciones y actividades económicas.
Qué señales vigilar y cómo prepararse
Conviene seguir de cerca la evolución de Niño 3.4, los vientos alisios y la circulación de Walker, además del acoplamiento entre océano y atmósfera. La toma de decisiones se beneficia de pronósticos estacionales, planes de riego flexibles, seguros indexados al clima y coordinación público-privada en gestión de riesgos.
Con la fase fría ya activada, todo apunta a un episodio corto y de baja intensidad pero con efectos palpables en el Cono Sur: menos lluvias en el sur brasileño y Uruguay, y un comportamiento desigual en Argentina. Mantener el monitoreo y ajustar la planificación serán claves para capear la temporada con la menor exposición posible.
