En las noches más oscuras, el mar y la naturaleza nos regalan uno de los espectáculos más llamativos: la bioluminiscencia. Este fenómeno, que transforma playas y costas en escenarios de luz azulada o verdosa, ha fascinado tanto a locales como a viajeros por generaciones. Lo que muchos no saben es que, además de poder verse sobre el agua, la bioluminiscencia tiene presencia incluso en el cuerpo humano, aunque de un modo mucho menos visible.
La bioluminiscencia consiste en la capacidad de ciertos seres vivos de producir y absorber luz a través de complejas reacciones químicas. Aunque solemos asociarlo a ciertas zonas marinas o a especies emblemáticas como las luciérnagas, este fenómeno afecta a una multitud de organismos: desde fitoplancton, algas, bacterias y dinoflagelados, hasta algunos peces y medusas. En los últimos años, la ciencia ha descubierto detalles sorprendentes sobre su presencia, utilidad y lugares donde puede disfrutarse.
Las playas que brillan: Galicia y Yucatán como referentes
Si hay enclaves en el mundo que destacan cuando cae la noche por su mar luminoso, esos son la costa gallega en España y diversas playas del estado de Yucatán en México. En Galicia, este espectáculo recibe el nombre de mar de ardora y suele aparecer entre julio y septiembre. Los responsables de que el agua brille con tonos azulados son organismos diminutos, principalmente Noctiluca scintillans y otros dinoflagelados, que se iluminan cuando el agua se agita por las olas.
La playa de Estorde, en la Costa da Morte, es uno de los puntos estrella para presenciar este fenómeno en A Coruña. También destacan otros arenales gallegos como Balares en Ponteceso, Seiruga en Malpica o la gran playa de Carnota, famosos no solo por sus paisajes naturales, sino por el brillo especial de sus aguas en ciertas fechas. Además, en noches de luna nueva, el espectáculo es aún más visible debido a la escasa contaminación lumínica y a la mayor actividad de los organismos bioluminiscentes.
Al otro lado del Atlántico, la costa yucateca deslumbra con puntos como Progreso, El Cuyo, Ría Celestún, San Crisanto, Telchac Puerto y la Laguna de Dzilam de Bravo. En estos enclaves, la mejor época es de abril a noviembre, y abundan tours guiados en lanchas o caminatas nocturnas para disfrutar de los destellos azulados y verdosos ocasionados por los dinoflagelados en el agua. En todos los casos, los expertos recomiendan buscar rincones alejados de las ciudades para vivir la experiencia en su máximo esplendor.
¿Por qué ocurre? La ciencia detrás del fenómeno
La bioluminiscencia es el resultado de una reacción bioquímica en la que ciertas enzimas y compuestos, como la luciferina y la luciferasa, reaccionan en presencia de oxígeno para emitir luz. En el caso de los mares, la acumulación de dinoflagelados como Noctiluca scintillans o Vibrio harveyi suele incrementarse en verano, cuando el agua es más cálida y hay condiciones favorables como vientos del sur o este. Este brillo no solo es un capricho de la naturaleza: sirve como mecanismo de defensa, método de apareamiento o para atraer presas.
La intensidad y color de la luz puede variar según la especie, la temperatura, el oleaje y hasta el momento del día. Los efectos pueden verse realzados tras fenómenos como vaciantes, que dejan expuesto el lecho marino y facilitan la observación directa de especies bioluminiscentes.
¿Puede el ser humano brillar?
Aunque resulte sorprendente, los seres humanos también pueden emitir luz, aunque en una intensidad tan baja que es imposible apreciarla a simple vista. Investigadores japoneses como Daisuke Kikuchi y Masaki Kobayashi, del Instituto Tecnológico de Tohoku, consiguieron captar por primera vez imágenes de bioluminiscencia humana utilizando cámaras de alta sensibilidad en 2009. Descubrieron que el brillo varía durante el día y es más intenso en el rostro. Otros trabajos, como los del Dr. Gary Schwartz, han registrado biofotones tanto en humanos como en plantas.
Más recientemente, experimentos con ratones han mostrado que la emisión de biofotones disminuye tras la muerte, lo que abre nuevos interrogantes sobre la relación entre bioluminiscencia y procesos vitales. La comunidad científica considera fundamental seguir profundizando en este campo, ya que podría tener aplicaciones en la detección precoz de enfermedades.
Consejos y mejores momentos para ver la bioluminiscencia
Para disfrutar al máximo de este fenómeno, la oscuridad juega un papel clave. Es recomendable acercarse a la costa en noches sin luna y evitar zonas con exceso de luces urbanas. Las mareas, la temperatura del agua y la presencia de fitoplancton también influyen, así que conviene informarse sobre las mejores fechas y lugares de observación.
En la Península de Yucatán, la temporada óptima suele ir de abril a octubre, mientras que en Galicia el periodo más propicio es de julio a septiembre. En ambos lugares, la contratación de tours guiados suele garantizar una experiencia más completa, ya que los expertos locales conocen las áreas donde el fenómeno es más recurrente. Además, la observación resulta más intensa cuando el agua presenta un aspecto turbio durante el día, indicador de la concentración de plancton en la zona.
Numerosos enclaves, como la playa de Estorde (Galicia), el mar de ardora se convierte en un auténtico imán para viajeros y curiosos. Lugares como Progreso, Holbox o Ría Celestún en Yucatán se han consolidado como destinos imprescindibles para quienes desean disfrutar de un mar que brilla bajo las estrellas. Vivir la bioluminiscencia en primera persona permite comprobar que la naturaleza aún es capaz de sorprendernos con sus espectáculos de luz y vida.