El planeta Tierra nunca deja de moverse, pero su velocidad de rotación sobre el eje está experimentando variaciones inéditas en la historia reciente. Aunque cada día tiene oficialmente 24 horas, desde hace pocos años los científicos detectan que este periodo puede acortarse en fracciones de milisegundo debido a una aceleración gradual en la rotación. Puede sonar insignificante, pero este fenómeno está siendo observado y registrado con una precisión sin precedentes gracias al uso de relojes atómicos, abriendo debate sobre las causas y consecuencias de este cambio para nuestras vidas diarias.
No es solo cuestión de percepción o de algún error en nuestros relojes: la duración del día está perfectamente cronometrada y medidas recientes confirman que, desde aproximadamente 2020, la Tierra ha comenzado a girar ligeramente más deprisa de lo habitual. Esta aceleración resulta en días un poco más cortos, hasta el punto de rozar récords históricos de brevedad, como está previsto que ocurra en varios días de julio y agosto de 2025.
¿Qué factores están detrás del cambio en la rotación terrestre?
Detrás de este fenómeno se encuentran numerosos factores, tanto naturales como de origen humano. Por un lado, la influencia gravitatoria de la Luna, especialmente cuando se sitúa en latitudes extremas respecto al ecuador, puede acelerar o frenar el giro del planeta. Además, los movimientos internos del núcleo, el comportamiento de los océanos o la atmósfera también están implicados en este delicado equilibrio. Y, en menor medida, la distribución de la masa terrestre —que depende tanto de la geografía como de la cantidad y distribución del agua— puede afectar la velocidad de giro.
Más recientemente, se ha sumado un protagonista inesperado a escala global: la infraestructura humana. La NASA ha confirmado que la construcción de la Presa de las Tres Gargantas en China, considerada la mayor central hidroeléctrica del mundo, ha desplazado el eje de rotación terrestre en alrededor de 2 centímetros. Esto se debe a la colosal masa de agua embalsada, que supera los 40.000 millones de metros cúbicos, generando una redistribución suficiente como para prolongar el día en unas 0,06 microsegundos, aunque imperceptible para la mayoría de las personas.
Por el contrario, las catástrofes naturales como grandes terremotos, del tipo del tsunami del Índico en 2004, pueden acelerar levemente la rotación y, por tanto, acortar el día.
La medición precisa: relojes atómicos y récords de los días más cortos
Para comprobar estos diminutos cambios cotidianos en la duración del día, los científicos utilizan relojes atómicos desde los años 50, que permiten medir incluso milésimas de segundo. Se ha determinado que, por ejemplo, el jueves 26 de junio de 2025 el día tuvo una duración de 23 horas, 59 minutos y apenas fracciones de segundo menos de lo habitual. La predicción apunta a que los días 9 y 22 de julio y el 5 de agosto podrían batir récords históricos de brevedad por la influencia combinada de la Luna y la dinámica interna del planeta.
La duración exacta de cada día se publica en plataformas especializadas, y aunque la variación es mínima (alrededor de milésimas de segundo), para la sincronización de sistemas globales resulta esencial. Por eso, existe el llamado LOD (Length of Day), el registro que mide la diferencia respecto a las 24 horas estándar.
El papel de la humanidad en el movimiento terrestre
Por primera vez, una obra de ingeniería humana se reconoce como capaz de alterar, aunque sea levemente, la mecánica global del planeta. Al igual que el efecto de un patinador que cambia su velocidad al mover los brazos, la forma en que se mueve la masa terrestre —ya sea debido a grandes presas o a la fusión de glaciares— influye en la velocidad de giro. Mientras que antes se pensaba que solo desastres naturales masivos tenían un impacto significativo, ahora sabemos que actividades humanas a gran escala entran también en esa ecuación. El desplazamiento del eje terrestre tras el llenado del embalse chino, aunque mínimo, abre la puerta a considerar cómo la acción humana puede tener efectos insospechados sobre el planeta.
El futuro plantea incógnitas interesantes, como si habrá que modificar la manera en que medimos el tiempo o introducir nuevos ajustes en los sistemas digitales para mantenerlos sincronizados con la rotación real del planeta.
El futuro de la rotación terrestre: ¿qué podemos esperar?
Sobre las causas principales de estos cambios, los expertos subrayan que la lista es compleja. La interacción del núcleo terrestre, el agua de los océanos, los patrones atmosféricos y la masa que se mueve por el planeta hacen que la velocidad de rotación oscile de forma impredecible. También se está estudiando cómo el deshielo acelerado en los polos podría estar alterando la distribución de la masa y, en consecuencia, la forma de la Tierra. A esto se suman fenómenos astronómicos, como las variaciones en la órbita lunar.
Por otro lado, el debate sobre el manejo del tiempo universal sigue abierto. Hasta ahora, para que los relojes no se desincronicen respecto al tiempo astronómico, se han ido añadiendo segundos intercalados, pudiendo llegar a cuestionarse en el futuro si este sistema sigue siendo el más eficaz ante la aceleración que experimenta nuestro planeta.
El estudio de la rotación terrestre y sus cambios recientes demuestra el asombroso equilibrio dinámico del planeta, donde factores diversos como el derretimiento de glaciares, megaestructuras humanas o el ritmo interno del núcleo afectan la duración de nuestros días. Aunque estas variaciones no sean perceptibles en el día a día, su impacto va más allá de la ciencia y plantea interrogantes sobre cómo estaremos cronometrando nuestra vida en el futuro cercano.