Historia de los catálogos astronómicos: del ojo desnudo al espacio

  • De las primeras listas de Hiparco y Ptolomeo a Messier, Caldwell y NGC/IC, los catálogos reflejan la evolución de la observación del cielo.
  • La revolución fotográfica (BD, HD, BSC) y la astrometría espacial (Hipparcos, Tycho, Gaia) multiplicaron precisión y volumen de datos.
  • SIMBAD unifica identificadores entre catálogos y misiones, clave para evitar confusiones de nomenclatura.
  • Para observar: empieza con Messier/Caldwell, progresa a NGC/IC y apóyate en apps como Sky Tonight y Star Walk 2.

Historia de los catálogos astronómicos

Desde que los humanos miraron al cielo y empezaron a reconocer patrones entre las estrellas, la idea de listarlas y describirlas fue tomando forma. Con el tiempo, esas listas se convirtieron en catálogos cada vez más precisos que hoy usamos para observar, investigar y hasta planificar sesiones de telescopio con sorprendente facilidad.

Si te preguntas por qué existen tantos nombres y números para un mismo objeto, la respuesta corta es que cada época, instrumento y proyecto ha dejado su propio registro del cielo. En estas líneas repasamos su evolución, explicamos para qué sirve cada catálogo y te damos claves prácticas para reconocerlos y sacarles partido con aplicaciones móviles de observación.

¿Qué es un catálogo astronómico y por qué hay tantos?

Catálogos, listas y bases de datos de objetos astronómicos

Un catálogo astronómico es, esencialmente, una lista organizada de objetos celestes con sus identificadores, coordenadas y datos básicos (brillo, tipo de objeto, posición, etc.). A diferencia de un atlas —que muestra mapas del cielo—, un catálogo funciona como una base de datos de referencia para identificar, medir y comparar.

Observatorios, telescopios y misiones espaciales dependen de estos listados para apuntar, seguir y calibrar con precisión. Por eso hay tantos: cada técnica y cada objetivo científico generan su propio conjunto de entradas, desde estrellas brillantes hasta diminutas galaxias lejanas o nebulosas muy específicas.

Para la observación cotidiana, estos catálogos son perfectos como guía: puedes elegir objetivos de cielo profundo, verificar sus diferentes nombres y comprobar si están visibles desde tu latitud. Hoy, además, aplicaciones móviles permiten introducir una designación (M42, NGC 869, C106, HIP 70890…) y ver en pantalla dónde mirar.

De las primeras listas a los grandes catálogos de cielo profundo

De Hiparco y Ptolomeo a los catálogos modernos

Primeros pasos: Hiparco, Ptolomeo y al-Sufi

Mucho antes del telescopio, ya había listados de estrellas visibles a simple vista. En el siglo II a. C., Hiparco introdujo la escala de magnitudes (de 1 a 6) para cuantificar el brillo. Unos siglos después, Ptolomeo publicó el Almagesto con alrededor de un millar de estrellas, que fue referencia durante siglos en occidente.

En la Edad de Oro islámica, al-Sufi afinó posiciones y brillos en El libro de las estrellas fijas, añadiendo ilustraciones y correcciones. Aquellas listas se centraban en estrellas brillantes y no incluían aún los objetos “difusos” de cielo profundo que el telescopio revelaría.

Messier: la famosa “lista de no confundir con cometas”

En el siglo XVIII, Charles Messier buscaba cometas desde París y, para no confundirse con manchas tenues e inmóviles, creó una relación de objetos nebulosos fijos. Su primera edición (1774) tenía 45 entradas; pocos años después ya pasaba del centenar. La versión moderna del Catálogo Messier contiene 110 objetos, de M1 a M110.

En Messier encontramos galaxias (como M31, Andrómeda), cúmulos globulares (M13), cúmulos abiertos (M45, las Pléyades), nebulosas de emisión (M42, Orión) y planetarias (M57, el Anillo). Es ideal para iniciarse y ha dado pie al famoso Maratón Messier, en el que se intenta observar el mayor número de objetos en una sola noche de marzo/abril.

Como Messier observaba desde París, su lista favorece el hemisferio norte; joyas del sur como las Nubes de Magallanes u Omega Centauri no entran en su selección. Esa limitación motivó, siglos después, un complemento.

Caldwell: el complemento moderno para ambos hemisferios

En 1995, Patrick Moore propuso el Catálogo Caldwell como complemento de Messier. Usó la inicial “C” de “Caldwell” (apellido de soltera de su madre) para numerar 109 objetos (C1, C2… C109). Los ordenó por declinación —de norte a sur— para facilitar la planificación según la latitud de cada observador.

Muchos objetos Caldwell son entradas de NGC/IC conocidas pero fuera de Messier. Por ejemplo, la nebulosa de la Estrella Llameante (IC 405) es C31, el sector oriental del Velo (NGC 6992) es C33 y la nebulosa Norteamérica (NGC 7000) es C20. El catálogo ha crecido en popularidad entre astrónomos aficionados de todo el mundo.

NGC e IC: la columna vertebral del cielo profundo

Con telescopios más potentes, William y John Herschel lideraron la detección sistemática de nebulosas y cúmulos. J. L. E. Dreyer consolidó esa labor en el New General Catalogue (NGC) de 1888 con 7.840 objetos, complementado por dos índices (IC, 1895–1908) que elevan el total por encima de 13.000.

Gran parte del cielo profundo se conoce por su número NGC/IC, y el propio NGC absorbe también objetos Messier (por ejemplo, M13 = NGC 6205, M27 = NGC 6853, M31 = NGC 224; para M42 se encuentran referencias como NGC 1976 y, en algunas fuentes, NGC 1979). Estos catálogos son la referencia para observadores avanzados y astrofotógrafos.

Otros catálogos especializados que conviene conocer

Además de los “grandes”, hay repertorios centrados en tipos concretos de objetos. El catálogo Barnard (B) reúne nebulosas oscuras (incluye la célebre B33, Cabeza de Caballo). El Atlas de Galaxias Peculiares de Arp agrupa más de 300 galaxias inusuales; por ejemplo, M51 aparece como Arp 85 y el trío NGC 5560/5566/5569 como Arp 286.

El catálogo Sharpless lista 313 regiones H II (Sh2), con ejemplos como Sh2-45 (Omega, M17) o Sh2-37 (en la zona de IC 1284). En galaxias, el PGC (Principal Galaxies Catalogue) recogió inicialmente 73.197 y fue ampliado en 2003 por encima de 900.000; Andrómeda es PGC 2557 y NGC 4631 (la Ballena), PGC 42637.

Para nebulosas de reflexión está el vdB (van den Bergh) con 158 entradas del cielo boreal (ejemplos: NGC 2023 = vdB 52 y la nebulosa Iris, NGC 7023 = vdB 139). En cúmulos, el Melotte (1915) incluye 245 objetos (M35 = NGC 2168 = Mel 41; M22 = NGC 6556 = Mel 208) y el Collinder (1931) 471 cúmulos abiertos (Cr 419 solo figura en Collinder, mientras que M21 = NGC 6531 = Mel 188 = Cr 363).

Completa el panorama la pareja de Lynds: LDN (nebulosas oscuras, 1.791 entradas, mayormente hasta −30°) y LBN (nebulosas brillantes, 1.255 entradas, cobertura similar). Ejemplos: LDN 889 (oscura en Cygnus), LDN 1630 (también la Cabeza de Caballo, además de B33) y LBN 135 (asociada a NGC 6820).

Cómo creció el catálogo de Messier: ediciones y añadidos posteriores

Messier publicó su primera relación en 1774 (correspondiente a 1771) con 45 objetos y descripciones detalladas de apariencia, posición y contexto, organizadas cronológicamente. A continuación vinieron nuevas versiones: en 1783 (ed. 1780) amplió hasta 68 y en 1784 (ed. 1781) alcanzó 103, que son los “clásicos” con datos completos.

La cuarta entrega, publicada en 1784 (ed. 1787), es básicamente una reimpresión con correcciones menores. Ya en el siglo XX, varios investigadores añadieron entradas documentadas en notas y cartas: M104 (Camille Flammarion, 1921), M105–M107 (Helen Sawyer Hogg, 1947), M108–M109 (Owen J. Gingerich, 1953) y M110 (Kenneth Glyn Jones, 1966), completando las 110 que hoy usamos.

Resulta curioso cómo Messier y Méchain organizaron la información: fechas de observación, referencias a instrumentos (“anteojos” para refractores, “telescopio” para reflectores), notas sobre condiciones del cielo y tablas con ascensión recta y declinación. En las descripciones se intercalan términos hoy históricos (por ejemplo, “Cor Caroli” para α Canum Venaticorum) y localizaciones respecto a figuras tradicionales del cielo.

También hay aspectos lingüísticos interesantes en ediciones y traducciones modernas: a veces se conserva la abreviatura francesa “M.” de “monsieur”, se mantienen puntuaciones originales del XVIII y se anotan números de página para rastrear tablas extensas. Todo ello ayuda a entender el “cómo” y el “cuándo” se fue fraguando el catálogo.

Como curiosidad biográfica, Messier fue un meticuloso cazador de cometas (observó 44 y descubrió 20), fue el primero en seguir con precisión el retorno del Halley en 1759 y recibió de Napoleón la Legión de Honor. Con los años, el catálogo que ideó para “evitar confusiones” se transformó en la puerta de entrada al cielo profundo para generaciones de aficionados.

Del vidrio fotográfico al espacio: BD, HD, BSC, Hipparcos, Tycho y Gaia

Catálogos fotográficos y astrometría espacial

La revolución fotográfica: BD, CD/CPD, HD y BSC

El salto de la observación visual a la fotografía permitió captar miles de estrellas en una sola placa con precisión sin precedentes. El Bonner Durchmusterung (BD) registró unas 324.000 estrellas hasta magnitud 9–10; con las extensiones del hemisferio sur (Córdoba Durchmusterung y Cape Photographic Durchmusterung) se alcanzó por primera vez una cobertura global en torno a 1,5 millones de estrellas.

En paralelo, la astronomía empezó a fijarse más en las propiedades físicas. El Catálogo Henry Draper (HD) asignó tipos espectrales (O–B–A–F–G–K–M) a 225.300 estrellas y el Bright Star Catalogue (BSC) se convirtió en referencia concisa para las estrellas más brillantes, con posiciones, magnitudes y tipos espectrales ampliamente usados.

Esta transición —de imágenes granulosas en blanco y negro a grandes bases de datos— cambió la forma de trabajar y de entender la Vía Láctea. Muchas infografías y comparativas modernas muestran ese salto, desde las primeras placas a la era de los telescopios espaciales.

Astrometría desde el espacio: HIP, TYC y Gaia

Para superar la distorsión atmosférica, Europa lanzó Hipparcos (1989–1993), la primera misión dedicada a medir posiciones y movimientos con gran precisión. El catálogo HIP reúne unas 118.000 estrellas (por ejemplo, HIP 70890 es α Centauri A), y sus datos secundarios dieron lugar a Tycho y Tycho-2, con cerca de 2,5 millones de estrellas marcadas como TYC.

Gaia, en servicio desde 2013, ha llevado esta tarea a otro nivel: cerca de 1,8 mil millones de estrellas con posiciones, brillos, movimientos propios y estimaciones de propiedades físicas. Es el mapa 3D más ambicioso de nuestra galaxia.

SIMBAD y la “lista que las reúne a todas”

Un mismo objeto puede aparecer con múltiples nombres según el catálogo. La galaxia de Barnard, sin ir más lejos, figura como NGC 6822, IC 4895 y Caldwell 57. Para cruzar identificaciones, la comunidad usa la base de datos SIMBAD (Set of Identifications, Measurements, and Bibliography for Astronomical Data), mantenida por el CDS de Estrasburgo.

SIMBAD actúa como índice universal: reúne todos los identificadores conocidos, aporta coordenadas y parámetros básicos, y enlaza bibliografía científica. Es la herramienta clave para verificar que dos nombres distintos apuntan al mismo objeto y para navegar entre catálogos clásicos y modernos (Messier, NGC/IC, 2MASS, SDSS, Gaia, etc.).

Cómo usar los catálogos en la práctica

Para arrancar en observación visual, lo más cómodo es comenzar con los objetos Messier: brillan más, son fáciles de localizar y se prestan a fotografía de aficionado. A partir de ahí, Caldwell te abre el abanico del hemisferio sur y de “ausentes ilustres” que no aparecen en Messier.

Cuando ya te apetezca más reto, los catálogos NGC/IC reúnen decenas de miles de galaxias, cúmulos y nebulosas. Requieren cielos oscuros o equipo más exigente, pero son el territorio natural de los aficionados avanzados y de la astrofotografía.

Si tu interés está en las identificar estrellas en el cielo nocturno —su color, temperatura o clase espectral—, el HD y el BSC son tus amigos. Para distancias y movimientos con rigor milimétrico, Gaia (y antes Hipparcos) son la referencia.

¿Dudas con un identificador? Pasa por SIMBAD: comprobarás en segundos todos los nombres asociados a un objeto y sus enlaces bibliográficos. Es la vía rápida para confirmar correspondencias y evitar confusiones de nomenclatura entre catálogos.

Para localizar objetos en el cielo real, aplicaciones como Star Walk 2 y Sky Tonight hacen el trabajo duro por ti. Incluyen Messier, Caldwell, NGC/IC, HIP, HD, Tycho-2 y otros, y al introducir una designación (M42, NGC 869, C106…) señalan dónde y cuándo observar, filtrando automáticamente lo que está sobre tu horizonte según tu ubicación y hora.

F.A.Q.

¿Son solo para profesionales? No. Messier y Caldwell se pensaron para observación visual, y lucen con prismáticos o telescopios pequeños. Los catálogos “grandes” (NGC, HD, Gaia…) van más allá con datos útiles para investigación, pero también los aprovecha el aficionado avanzado.

¿Messier o NGC? Messier es una selección compacta de 110 “clásicos” sobre todo del cielo norteño; NGC/IC cubre el cielo entero con decenas de miles de entradas y es el estándar tanto en ciencia como entre los observadores que buscan ir más allá del básico.

¿Qué catálogo me conviene? Para visual: Messier/Caldwell. Para cielo profundo tenue: NGC/IC. Para estrellas y espectros: HD/BSC. Para posiciones y distancias precisas: Gaia/Hipparcos. Y si necesitas cruzar nombres, SIMBAD es la referencia universal.

¿Qué es visible desde mi latitud? Depende del catálogo y de tu posición. Messier está sesgado al norte; Caldwell añade sur. NGC/IC/HD/Gaia abarcan todo el cielo, pero tu horizonte manda. Con Sky Tonight verás de un vistazo qué objetos de cada catálogo están observables hoy desde tu ubicación.

Más sobre Messier: notas históricas y curiosidades

Cuando su catálogo llevaba 45 objetos (1771), Messier lo presentó a la Academia de Ciencias de París; con el tiempo fue sumando entradas hasta que, ya en el siglo XX, varios estudiosos incorporaron las que faltaban gracias a notas y manuscritos. En Virgo, por ejemplo, Messier quedó sorprendido por la “multitud” de nebulosas (hoy sabemos que son galaxias), y llegó a encadenar en una sola noche ocho descubrimientos en esa región.

Sus descripciones son deliciosamente sobrias a ojos actuales: sobre M65 anotó algo tan escueto como “nebulosa muy débil, sin estrellas”, cuando hoy sabemos que contiene miles de millones. Fue un personaje popular (el rey Luis XV le apodó “el hurón de los cometas”) y tiene un cráter lunar con su nombre, además del asteroide 7359 Messier.

Hubo también algún borrón reputacional: tras recibir la Legión de Honor, publicó una memoria dedicada a Napoleón en la que insinuaba que el cometa de 1769 fue una suerte de presagio astrológico del nacimiento del emperador. Aquel gesto, muy propio de su tiempo, no le benefició en ciertos círculos científicos.

Todos estos catálogos —de Hiparco a Gaia, pasando por Messier, Caldwell, NGC/IC, BD/HD/BSC, PGC o SIMBAD— componen una red de nombres y datos que nos permite navegar por el cielo con rigor histórico y precisión técnica. Con un móvil y un pequeño telescopio, hoy tenemos siglos de astronomía literalmente en la palma de la mano.

Recuerda que cada catálogo nació de una necesidad práctica concreta: evitar confundir cometas con nebulosas, sistematizar las galaxias, clasificar estrellas por su espectro, medir posiciones con exquisita precisión o unificar identidades entre bases de datos. Esa diversidad es, precisamente, su fuerza.

Catalogo Messier
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