¿Estamos solos en el universo? Esta es una de las grandes preguntas que ha acompañado al ser humano desde que comenzó a mirar las estrellas. Hoy, gracias al avance científico y tecnológico, no solo sabemos que hay miles de planetas fuera de nuestro sistema solar, sino que muchos de ellos podrían parecerse —al menos un poco— a la Tierra.
El descubrimiento de exoplanetas ha revolucionado la astronomía moderna. Pero encontrar mundos distantes no es suficiente; la gran ambición es determinar si alguno de ellos podrían albergar vida. En este artículo te explicamos cómo los científicos detectan exoplanetas, qué buscan en ellos para determinar su potencial habitabilidad y en qué punto estamos actualmente.
¿Qué es un exoplaneta y cómo se detecta?
Un exoplaneta es un planeta que gira alrededor de una estrella que no es el Sol, es decir, está fuera de nuestro sistema solar. A simple vista, estos mundos son invisibles debido al enorme brillo de sus estrellas anfitrionas, pero los astrónomos han desarrollado ingeniosas técnicas para detectarlos e incluso estudiar algunos detalles de su atmósfera.
El método más utilizado es el método de tránsito, que consiste en observar pequeñas disminuciones en el brillo de una estrella cuando un planeta pasa por delante de ella. Este descenso de luz indica que un planeta está cruzando la cara visible de su estrella desde nuestro punto de vista y permite inferir su tamaño y su órbita.
Otro método ampliamente utilizado es el de la velocidad radial, que mide cómo una estrella se bambolea ligeramente debido a la atracción gravitacional de un planeta que la orbita. Esta técnica permite calcular la masa mínima de un exoplaneta.
También se utiliza la microlente gravitacional, que aprovecha el efecto gravitacional de un objeto masivo, como una estrella o planeta, para amplificar la luz de una estrella más distante. Esta técnica ha sido útil para detectar planetas que no pueden descubrirse con otros métodos.
La combinación de estas técnicas ha permitido identificar más de 5.200 exoplanetas hasta la fecha, según datos actualizados de la NASA, desde gigantes gaseosos como Júpiter hasta supertierras rocosas.
¿Qué hace habitable a un planeta?
La posibilidad de que un planeta pueda albergar vida como la conocemos depende de varios factores. Uno de los más importantes es que se encuentre en la zona habitable de su estrella, también conocida como la “zona Ricitos de Oro”. Esta es la región en la que las temperaturas permiten la presencia de agua líquida en la superficie, siempre que el planeta tenga una atmósfera adecuada.
Sin embargo, la habitabilidad no depende solamente de la distancia al sol. También son importantes otros elementos como:
- La estabilidad de la estrella anfitriona: estrellas muy activas o inestables pueden emitir grandes cantidades de radiación dañina.
- La composición de la atmósfera: una atmósfera densa puede ayudar a regular la temperatura y proteger ante la radiación cósmica.
- Presencia de un campo magnético: ayuda a proteger la superficie del planeta frente al viento solar y las partículas cósmicas.
- Edad del sistema: cuanto más antiguo, mayor posibilidad de que la vida haya tenido tiempo de evolucionar.
Planetas como las supertierras (más grandes que la Tierra pero más pequeñas que Neptuno) y los mini-Neptunos (con atmósferas densas) se están considerando como candidatos interesantes a pesar de que nuestro sistema solar no contiene planetas con esas características.
Biofirmas: señales químicas de vida
Una vez detectado un planeta en zona habitable, el siguiente paso es analizar su atmósfera en busca de biofirmas, es decir, gases o compuestos que podrían ser producidos por formas de vida.
Los tres principales biomarcadores conocidos como el “triplete de la vida” son:
- Oxígeno (O2): Generado por la fotosíntesis en la Tierra, y por tanto considerado un fuerte indicador de vida.
- Ozono (O3): presente en la atmósfera terrestre, actúa como filtro de los rayos ultravioleta y suele vivir en equilibrio con el oxígeno.
- Metano (CH4): producido por procesos biológicos y geológicos, pero su presencia junto con oxígeno puede ser indicativa de actividad biológica.
Otros gases relevantes que pueden encontrarse en atmósferas de exoplanetas son el vapor de agua, el dióxido de carbono y el clorometano, todos ellos estudiados mediante análisis espectroscópico con telescopios espaciales avanzados.
Una reciente línea de investigación propone que niveles bajos de dióxido de carbono combinados con la presencia de ozono pueden ser una fuerte evidencia de agua líquida en la superficie de un planeta, lo que aumentaría sus probabilidades de habitabilidad.
El papel de los telescopios espaciales
El camino hacia la detección de mundos habitables ha sido posible, en gran medida, gracias a misiones espaciales como:
- Kepler: detectó más de 2.600 exoplanetas durante su misión, muchos por el método de tránsito.
- TESS: sigue el legado de Kepler y busca exoplanetas cercanos del tamaño de la Tierra.
- James Webb (JWST): actualmente es el telescopio más avanzado para analizar atmósferas de exoplanetas mediante espectros infrarrojos.
El JWST cuenta con instrumentos como NIRSpec y MIRI que permiten detectar la composición atmosférica de exoplanetas lejanos con gran precisión. Ha sido clave en detectar niveles de vapor de agua, dióxido de carbono e incluso patrones térmicos.
Casos destacados de exoplanetas potencialmente habitables
Algunos de los mundos más interesantes localizados hasta ahora incluyen:
- HD 20794 d: una supertierra a 20 años luz en la constelación de Eridanus, descubierta por HARPS y confirmada por ESPRESSO.
- Proxima d: situado en la estrella más cercana al Sistema Solar, tiene una masa menor que la Tierra y fue detectado también por ESPRESSO.
- Sistema Trappist-1: a solo 40 años luz, contiene siete planetas del tamaño terrestre, con tres en zona habitable. Es uno de los principales objetivos del telescopio James Webb debido a su cercanía y condiciones orbitales.
- HD 85512 b: su atmósfera tiene niveles bajos de dióxido de carbono, temperatura adecuada (25ºC) y alta presencia de oxígeno, lo que lo convierte en un gran candidato a albergar vida.
Color de la vegetación alienígena y otras señales indirectas
No todo se basa en gases. Los científicos también han estudiado las posibilidades de identificar vegetación alienígena mediante el análisis de la luz reflejada. En la Tierra, por ejemplo, la clorofila refleja más en infrarrojo cercano, generando el llamado “límite rojo”. Detectar este patrón en otro planeta podría ser una prueba fotobiológica de vida.
El tipo de estrella también influye: en estrellas más frías (tipo M), la vegetación podría haber evolucionado para ser más oscura, incluso negra, para absorber mejor la radiación infrarroja, mientras que en estrellas más calientes (tipo F), podría tener tonos rojizos o anaranjados.
Limitaciones actuales y próximos avances
Aunque los avances en detección y análisis son significativos, todavía no podemos confirmar la existencia de vida en otros planetas. Aunque podamos medir la atmósfera, temperaturas o masas, no existe aún la posibilidad de viajar directamente a esos mundos ni enviar sondas que los estudien con detalle.
La astrobiología moderna trabaja sobre probabilidades, no certezas. Por eso, se están desarrollando nuevas misiones y proyectos como:
- Observatorio de Mundos Habitables (HWO): en desarrollo por la NASA para estudiar directamente unas 25 exotierras candidatas.
- Proyecto LIFE: un interferómetro espacial europeo que analizará la habitabilidad de exoplanetas rocosos.
- Breakthrough Starshot: propone enviar sondas ultrarrápidas hacia Próxima Centauri para estudiar sus planetas in situ.
Aunque aún estamos lejos de pisar un mundo fuera del sistema solar, la capacidad de buscar vida desde aquí es una realidad en desarrollo. Gracias a telescopios como el Webb, estamos cada vez más cerca de determinar si compartimos este universo con otras formas de vida.
Desde los primeros descubrimientos en los años 90 hasta la actualidad, hemos avanzado en la detección de planetas lejanos y en el análisis de aspectos clave para la existencia de vida. Las señales químicas, los patrones térmicos, el color de la vegetación o los vientos atmosféricos abren una nueva ventana para identificar mundos con potencial de albergar vida. Este conocimiento puede marcar el primer paso para entender si estamos solos en esta inmensidad cósmica.