Las altas temperaturas han golpeado Europa con una intensidad sin precedentes durante los últimos meses, haciendo saltar todas las alarmas entre la comunidad científica y la sociedad. El continente, especialmente regiones como España, ha registrado cifras récord que, según expertos internacionales, son resultado directo del avance imparable del cambio climático.
Este fenómeno no se ha limitado solo a olas de calor esporádicas; los estudios advierten de una tendencia creciente para los próximos años, con consecuencias cada vez más notables para la salud, la economía y los ecosistemas. Las previsiones de organismos de referencia como la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y equipos científicos independientes coinciden en que Europa será un epicentro de episodios extremos.
El cambio climático dispara el calor extremo en Europa
Recientes informes realizados por organismos como la OMM y grupos de investigación internacionales han revelado que el aumento de temperaturas experimentado en Europa no tiene precedentes en los registros modernos. El año 2024 marcó un antes y un después: las temperaturas medias anuales rompieron la barrera de los 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, convirtiéndose en el año más cálido jamás anotado en Europa y a nivel global.
Estos datos han sido respaldados por satélites que, en mayo de 2025, captaron una ola de calor récord en el noroeste europeo. Las aguas superficiales, por ejemplo, alcanzaron picos de hasta cuatro grados por encima de lo habitual, y las anomalías térmicas se han hecho ya habituales en diferentes puntos de la geografía europea.
De hecho, solo entre mayo de 2024 y mayo de 2025, 4.000 millones de personas en todo el mundo soportaron al menos un mes adicional de calor extremo. En Europa, la situación fue especialmente llamativa, con hasta 48 días considerados de temperaturas extremadamente altas, mientras que antes del cambio climático, los episodios así habrían sido menos de la mitad.
El estudio de World Weather Attribution y Climate Central enfatiza que el calentamiento global ha duplicado el número de jornadas de calor extremo en 195 países y territorios, una tendencia que no parece revertirse en el corto plazo.
Impactos en la salud y la vida cotidiana
La acumulación de jornadas sofocantes ha tenido un impacto notable en la salud pública. Las olas de calor son actualmente uno de los desastres naturales más mortales en Europa, superando incluso a inundaciones o tormentas. Se estima que en 2024, hasta 47.000 personas fallecieron en el continente debido a episodios de calor prolongado y extremo.
Los efectos del calor no afectan por igual a toda la población: niños, personas mayores, enfermos crónicos y quienes carecen de acceso a sistemas de refrigeración son los más expuestos. Además, las noches tropicales —con temperaturas que no bajan de 20 °C— dificultan el descanso e incrementan riesgos asociados a la salud.
No solo la salud se resiente; el calor afecta también a la productividad, la agricultura y la infraestructura. Los expertos destacan una caída significativa en la producción agrícola y un aumento de la inseguridad alimentaria, mientras que los sistemas sanitarios y de transporte han tenido que adaptarse a las nuevas exigencias derivadas del calor.
En el ámbito laboral, trabajadores expuestos al aire libre y mujeres embarazadas presentan riesgos añadidos. Se ha observado un aumento de los días peligrosos para embarazadas en casi el 90% de los países europeos, un hecho que pone en jaque los sistemas de prevención y salud infantil.
Un futuro inmediato con más calor extremo
Tanto la OMM como otros organismos internacionales apuntan a que no se prevé una reducción significativa de estos episodios en los próximos años. El periodo entre 2025 y 2029 podría situarse entre 1,2 y 1,9 °C por encima de los niveles de referencia industriales, y existe un 86% de probabilidad de que, en ese lustro, al menos un año sobrepase el límite simbólico de 1,5 °C.
El Ártico, estrechamente ligado al clima europeo, se calienta más de tres veces por encima de la media mundial, lo que acelera el deshielo y la subida del nivel del mar. Este fenómeno amplifica los efectos no solo en las regiones polares sino también en las áreas costeras europeas y en el propio clima del continente.
Un efecto visible del calentamiento en Europa es el aumento de acontecimientos extremos, como lluvias torrenciales en el norte o veranos secos y calurosos en el sur. Por otro lado, el riesgo de incendios forestales se dispara con la repetición de olas de calor, tal y como se ha visto en Grecia, Francia, Italia o España durante los últimos veranos.
El cambio climático también altera el calendario y la intensidad de fenómenos como la floración del fitoplancton, una pieza clave en la cadena trófica marina, y amenaza la biodiversidad local y global.
¿Qué se está haciendo y hasta dónde llegan las soluciones?
La adaptación y la mitigación son las dos grandes estrategias planteadas por la comunidad internacional. Sin embargo, los informes subrayan que, aunque adaptarse es imprescindible, solo una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero puede frenar la tendencia de récords de calor y evitar consecuencias aún peores.
Organizaciones como la ONU, la OMM y Climate Action Network consideran que la reducción global de emisiones debe alcanzar al menos un 43% para 2030 y un 60% en 2035 si se quiere mantener el calentamiento por debajo de límites peligrosos. La reducción de emisiones en Europa será clave para reducir los efectos del calor récord en el continente. La COP30 será clave para evaluar el compromiso real de los países.
Europa y el mundo se enfrentan a un futuro en el que el calor extremo será cada vez más habitual, con impactos severos en salud, economía y biodiversidad. La ciencia urge a actuar de manera más ambiciosa y coordinada para evitar que lo que hoy es excepcional se convierta en la nueva normalidad climática en nuestro continente.