España es uno de los países más vulnerables al cambio climático, y es también uno de los que menos está haciendo para poderle hacer frente. Por este motivo, varias ciudades españolas, como Barcelona, Madrid, Valencia, Zaragoza, Badalona, Alcalá de Henares y Fuenlabrada han denunciado la situación a través de un manifiesto.
En él, se exige que el Gobierno central tome medidas urgentes para que el país pueda estar preparado para los cambios que se avecinan, ya que si se continúa sin hacer nada, lo más probable es que el día de mañana suframos las consecuencias de la pasividad que están teniendo en estos momentos aquellos que lideran el país.
Las ciudades son las que más contaminan, produciendo un 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero, y en el caso de España, son las únicas que hasta ahora han tomado medidas para luchar contra el cambio climático. Por eso, el Ayuntamiento de Barcelona insiste en que de nada habrán servido si no se acompañan por una acción decidida y urgente por parte del Gobierno central.
El »Manifiesto por la acción climática», título que le han dado al documento, exige que el Gobierno desarrolle una estrategia frente al cambio climático con compromisos progresivos para el 2020, 2030 y 2050 con el fin de llegar a un escenario en el que ya no se tenga necesidad de utilizar los combustibles fósiles. En este sentido, podemos observar que medidas como las planteadas en la vulnerabilidad de España ante el cambio climático son cada vez más necesarias.
Además, también piden una ley de cambio climático »que reconozca que existen razones físicas, de recursos y técnicas, que establecen límites a la mera sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables para alcanzar escenarios que permitan reducir la huella de carbono en la dimensión y en los tiempos requeridos», ya que actualmente el Gobierno del Estado dificulta la autogeneración y la promoción de las energías renovables. Las acciones urgentes deben incluir legislaciones robustas que respalden este cambio, como las propuestas en la adaptación de las plantas al cambio climático y en las diferencias entre cambio climático y calentamiento global.
A día de hoy, es muy urgente que se tomen medidas drásticas y eficaces: el 45% de los principales ecosistemas se encuentran en mal estado y el 80% del territorio afronta distintos niveles de riesgo de desertización antes de final del siglo. En este contexto, los datos sobre el clima son cada vez más alarmantes, como se señala en los efectos del cambio climático futuro.
Estas advertencias se sustentan en datos alarmantes sobre los efectos del cambio climático en la sociedad española. Por ejemplo, las olas de calor se han vuelto más frecuentes y severas, y se estima que en verano de 2023 más de 2.000 personas fallecieron en España debido a las altas temperaturas. La situación se vuelve crítica, sobre todo en un contexto donde se espera que, según el último informe del IPCC, el calentamiento de 1.5 grados centígrados se alcance en los próximos años si no se toman decisiones apresuradas, como evidencian las inundaciones que se avecinan.
Este aumento de temperatura no solo repercute en la salud humana, sino también en la producción agrícola y la biodiversidad. Los agricultores ya reportan cosechas inferiores y la pérdida de especies es un riesgo latente que amenaza la seguridad alimentaria de los ciudadanos. El impacto en los ecosistemas es devastador: del 40% al 70% de la biodiversidad puede desaparecer si no se realizan esfuerzos significativos para mitigar el cambio climático. Es vital considerar el papel de los ecosistemas en la resiliencia climática, como se menciona en los laboratorios naturales en España y en la inversión en infraestructuras verdes.
La situación no es exclusiva de España. A nivel mundial, la concentración de CO2 en la atmósfera ha alcanzado niveles históricos, superando las 424 ppm, lo que está provocando consecuencias directas como el calentamiento de los océanos, el aumento del nivel del mar y fenómenos meteorológicos extremos. La desertificación, sequías, inundaciones y huracanes son solo algunos de los efectos que cada vez se hacen más evidentes en diferentes partes del mundo y, especialmente, en el Mediterráneo, como muestran los estudios sobre desiertos amenazados por el calentamiento global.
Por esta razón, el ODS 13 de la ONU, que busca la acción climática, se convierte en un objetivo fundamental. Este objetivo se centra en integrar el cambio climático como una cuestión primordial en las políticas, estrategias y planes de países, empresas y sociedad civil, mejorando la respuesta ante esta crisis global. El compromiso de los estados para colaborar en la reducción de emisiones de carbono y el impulso de la educación sobre el cambio climático en la población es una tarea que le corresponde a cada nación.
El sector privado también juega un papel crucial en la lucha contra el cambio climático. Las empresas deben adoptar medidas para disminuir su huella de carbono, impulsando la transición hacia energías renovables en sus operaciones y fomentando un modelo de producción más sostenible. Esta transformación no solo es beneficiosa para el medio ambiente, sino que también puede resultar en un modelo económico más eficiente y rentable. En este sentido, el cambio climático y su relación con la actividad humana deben ser considerados en las estrategias empresariales, así como las plantas y su vulnerabilidad.
La importancia de la cooperación internacional en la lucha contra el cambio climático no puede ser subestimada. La reciente aprobación del Acuerdo de Dubái en la COP 28, que busca triplicar la capacidad mundial de energías renovables para 2030, y el compromiso de alcanzar cero emisiones netas para 2050 son ejemplos de cómo los países deben unirse para enfrentar juntos este desafío planetario. Encontrar soluciones efectivas es una tarea que también está en manos de la comunidad internacional, tal como se detalla en la nueva cumbre del clima en Bonn.
La transición hacia un modelo económico bajo en carbono no solo es una necesidad, sino una oportunidad para crear empleo y promover la innovación. Invertir en tecnologías limpias y proyectos sostenibles puede abrir nuevas fronteras para la economía, llevando a un futuro más resiliente y equitativo. Es fundamental que tanto la administración pública como el sector empresarial establezcan estrategias que prioricen la sostenibilidad, al igual que se propone en el estudio sobre ciudades en riesgo.
De hecho, iniciativas como el Green New Deal español, que busca transformar la economía hacia una mayor sostenibilidad y eficiencia, se alinean con las necesidades actuales del planeta. Esto implica no solo abordar las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también garantizar que la transición se realice de manera justa, sin dejar a nadie atrás. La transformación agrícola también es crucial.
Con estas acciones, se abre un camino hacia la recuperación de ecosistemas naturales que han sido dañados, promoviendo una economía circular que no solo reduzca el impacto ambiental, sino que también genere nuevas oportunidades económicas. Proyectos de restauración de hábitats y cadena de suministro sostenible son fundamentales para alcanzar este objetivo.
La magnitud del problema del cambio climático demanda una respuesta inmediata y decidida. La erradicación de la pobreza y la creación de un desarrollo sostenible son dos caras de la misma moneda. Luchar contra el cambio climático implica también abordar las cuestiones de justicia social, garantizando que los colectivos más vulnerables no sufran las consecuencias de esta crisis. Además, es necesario adoptar nuevas herramientas para conocer los indicios del cambio climático.
La educación y la sensibilización son herramientas poderosas en la lucha contra el cambio climático. Desde campañas de concienciación hasta la implementación de programas educativos en escuelas, es vital que todas las generaciones comprendan la urgencia de actuar. Solo así podremos cultivar una cultura de responsabilidad hacia nuestro entorno y garantizar que las futuras generaciones hereden un planeta habitable.
Sin embargo, el tiempo se agota. Los datos son alarmantes y las proyecciones no son alentadoras. Si se quiere evitar el colapso de los ecosistemas y mitigar los efectos del cambio climático, es fundamental que las soluciones se implementen de manera rápida y eficaz. Las ciudades necesitan invertir en infraestructuras resilientes, promoviendo el transporte sostenible y la movilidad urbana que priorice a las personas sobre los vehículos contaminantes.
Por tanto, es imperante que la ciudadanía se involucre activamente en la búsqueda de soluciones al cambio climático. Esto puede incluir desde prácticas diarias más sostenibles, como reducir el consumo de energía y agua, hasta participar en iniciativas locales que promuevan un estilo de vida ecológico. El compromiso ciudadano es el motor que puede impulsar el cambio a nivel comunitario y nacional. La situación de Alemania también refleja estos desafíos.
Es esencial que los gobiernos y la comunidad internacional adopten medidas efectivas y concretas para combatir el cambio climático. La implementación de políticas que reduzcan la dependencia de combustibles fósiles, la promoción de energías renovables y la inversión en tecnologías limpias son pasos cruciales que deben llevarse a cabo. Además, es fundamental asegurar que estas iniciativas tengan en cuenta la equidad y la justicia social.
Solo con un enfoque integral y colaborativo podremos enfrentar efectivamente uno de los mayores desafíos de nuestra era. La historia nos juzgará por nuestras acciones y decisiones presentes. A medida que avanzamos hacia un futuro incierto, debemos ser responsables y actuar en beneficio del planeta y de nuestras comunidades. El tiempo para actuar es ahora.