Este año estamos siendo testigos de una de las consecuencias más graves que tiene el cambio climático: la sequía. Ya no se trata sólo de que la temperatura media esté aumentando, algo que pone en peligro nuestros bosques, sino de que no llueve como debería de llover. Los embalses se están quedando sin agua, y si la situación no mejora pronto podríamos sufrir cortes en su suministro.
La sequía que estamos sufriendo, especialmente en el norte de la península, es la peor que se está viviendo en el país desde hace más de 25 años.
¿Cuál es la situación de los embalses?
Los embalses están por debajo del 50%. Ahora mismo, estamos viviendo en un país sediento. En la Cuenca del Duero, se encuentran a menos del 30%, cuando el pasado año por estas fechas estaban en torno al 60%. La cuenca del Guadalquivir está en el 40%, la d el Júcar en el 30% y la del Segura al 18%.
Las cuencas del Miño y del Sil, antaño bien surtidas, hoy están en estado de emergencia: las precipitaciones en esa zona han disminuido entre un 25 y un 30% de media en los últimos 40 años.
Consecuencias de la sequía
Las bajas precipitaciones y el aumento de la temperatura, así como el incremento de la población (sobretodo turística) son los principales responsables de esa disminución de agua de los embalses. Pero, en cierto modo, esto era algo que se podía predecir. Tuvimos una primavera muy calurosa, un verano también cálido y seco que se ha prolongado hasta casi comienzos de octubre en muchos puntos como la región mediterránea.
Las lluvias parecen no querer llegar, lo cual ha obligado a 60 localidades de Castilla y León a suministrar el preciado líquido con camiones cisternas, y casi 30 de Guadalajara y Cuenca. Además, hay zonas en la Rioja, en la Sierra Sur de Sevilla, en la Axarquía malagueña, en el noroeste de León, el centro de Ourense y en muchas localidades de Extremadura que pueden verse perjudicadas por los cortes en el suministro. Pero estas no son las únicas consecuencias.
Cuando llueve en exceso y los pantanos quedan llenos, las hidroeléctricas abren las compuertas para producir energía. Esto hace que los precios bajen; en cambio, cuando falta agua, las empresas deciden cuándo producen energía, lo cual hace subir la factura de la luz.
Para la agricultura y la ganadería la sequía supone un problema muy serio. Sin agua, ni las plantas pueden crecer ni los animales pueden subsistir.
Sólo queda esperar a que llueva. Quizá en un futuro la siembra de nubes de lluvia pueda solucionar el problema.
En mi país Ecuador y particularmente en mi Provincia Manabí, estamos viviendo un reajuste de los períodos estacionales, que están repercutiendo sobre todo en la duración de los períodos e intensidad de las lluvias, pues son muy cortos y con menor intensidad. Este comportamiento incide en nuestra región, sobre todo en el sector agropecuario, además en el suministro de agua para consumo urbano.