La península de Reykjanes, en el suroeste de Islandia, ha sido nuevamente escenario de una erupción volcánica que comenzó la noche del miércoles. Este fenómeno representa la séptima erupción en menos de un año, según destacó la Oficina Meteorológica de Islandia (IMO). Las autoridades han evacuado la cercana localidad de Grindavik, mientras monitorean la evolución de la actividad volcánica.
El evento fue precedido de movimientos sísmicos registrados cerca de las 23:14, hora local. Poco después, se abrió una fisura eruptiva de aproximadamente 3 kilómetros de longitud por la que emergió la lava. Aunque la actividad parece ser menor en comparación con erupciones anteriores, las autoridades han mantenido un riguroso control para garantizar la seguridad. Cabe destacar que la fisura expulsa lava en menor volumen que la última gran erupción registrada el pasado verano.
Evacuaciones y medidas preventivas en Grindavik
La localidad de Grindavik, con una población de alrededor de 3.800 personas, fue evacuada como medida de precaución. Esta pequeña comunidad ha enfrentado desde 2021 una serie de eventos volcánicos debido al aumento de la actividad en la península de Reykjanes, que permaneció inactiva durante más de ocho siglos hasta su reactivación reciente.
A pesar de que ninguna infraestructura ha sido afectada directamente por la erupción, las autoridades han mencionado que los gases tóxicos, derivados de la actividad volcánica, plantean un riesgo considerable para los residentes cercanos. La Laguna Azul, una famosa atracción turística, también se encuentra en esta zona, y sus instalaciones fueron cerradas temporalmente por seguridad, aunque no sufrieron daños.
Contexto geológico: La «tierra de fuego y hielo»
Islandia es conocida como un punto caliente de actividad geológica debido a su ubicación sobre la dorsal mesoatlántica, donde las placas tectónicas de América del Norte y Eurasia se separan. Esta ubicación única fomenta la formación de fisuras volcánicas y frecuentes erupciones. Además, el país se encuentra sobre un punto caliente en el manto terrestre, lo que intensifica aún más su actividad volcánica.
En promedio, Islandia experimenta erupciones cada cinco años, aunque la reciente cadena de eventos ha superado las estadísticas normales, acumulando siete episodios desde diciembre de 2023. Algunos de los volcanes más destacados, como el famoso Eyjafjallajökull, han tenido impactos históricos significativos, como la interrupción masiva del tráfico aéreo tras su erupción en 2010.
Impactos locales y globales
Las erupciones volcánicas en Islandia no solo afectan a las comunidades cercanas, sino que también pueden tener repercusiones internacionales. La dispersión de cenizas volcánicas, característica de las erupciones subglaciales, puede obstaculizar el tráfico aéreo y alterar las condiciones climáticas en Europa y más allá. Aunque la erupción actual no plantea riesgos inmediatos para la aviación, las autoridades continúan vigilando de cerca esta posibilidad.
Además, los jökulhlaups, o inundaciones glaciales repentinas causadas por el calor volcánico, han ocurrido en erupciones anteriores, destruyendo infraestructuras y afectando gravemente las vías de transporte como la carretera Hringvegur, que conecta distintas regiones del país.
Un paisaje moldeado por el fuego
La actividad volcánica no solo representa desafíos, sino que también ha dado forma al paisaje único de Islandia. Las erupciones han creado vastos campos de lava, fisuras volcánicas y montañas formadas por depósitos de cenizas y magma endurecido. Además, esta actividad proporciona recursos valiosos como la energía geotérmica, utilizada ampliamente en el país para calefacción y generación de electricidad.
La región de Grindavik, en particular, tiene una rica historia volcánica. Cráteres antiguos, como el Sundhnúkur, han sido testigos de siglos de actividad tectónica y volcánica. Hoy en día, lugares como la Laguna Azul, conocida por sus aguas geotérmicas ricas en minerales, atraen a miles de turistas anualmente.
Con esta última erupción, Islandia reafirma su lugar como un laboratorio natural para estudiar la interacción entre placas tectónicas y puntos calientes, así como los efectos de erupciones subglaciales en la dinámica climática y geológica global. Los equipos de monitoreo siguen atentos a cualquier cambio en la actividad de la fisura eruptiva, mientras la población local adapta sus vidas a este entorno hostil pero fascinante.