Plutón ha vuelto a desafiar las ideas previas sobre los cuerpos del sistema solar gracias a nuevas observaciones realizadas con el telescopio espacial James Webb. Casi una década después de la histórica visita de la sonda New Horizons de la NASA, este pequeño planeta enano sigue sorprendiendo a la comunidad científica, mostrándose como un mundo activo y dinámico cuya atmósfera y clima distan mucho de lo que se había imaginado en el pasado.
Los datos recogidos recientemente han sacado a la luz la decisiva influencia de una densa neblina sobre el clima de Plutón. A diferencia de cualquier otro planeta del sistema solar, la climatología plutoniana está gobernada en gran parte por esta bruma compuesta de partículas orgánicas complejas y no por gases atmosféricos convencionales. Este hallazgo redefine la manera de entender los procesos atmosféricos en mundos lejanos y ricos en metano.
El origen y composición de la enigmática neblina de Plutón

El fenómeno comenzó a investigarse en 2015 cuando la misión New Horizons de la NASA fotografió una atmósfera estratificada de color azulado y sorprendentes capas que llegaban hasta 300 kilómetros de altitud. Los análisis posteriores indicarían que esta neblina está formada por partículas orgánicas surgidas tras complejas reacciones químicas entre metano y nitrógeno, desencadenadas por la radiación solar. Estas diminutas partículas absorben la luz durante el día y la reemiten en forma de radiación infrarroja al caer la noche, provocando un enfriamiento notablemente superior al generado por los gases atmosféricos convencionales.
En 2017, el equipo liderado por Xi Zhang sugirió que este mecanismo podría ser la clave para entender la sorprendente baja temperatura de la atmósfera superior de Plutón, que alcanza hasta -203 ºC, unos 30 grados menos de lo que predecían los modelos anteriores. Sin embargo, hasta ahora comprobarlo era un reto debido a la interferencia térmica de Caronte, la luna más cercana a Plutón, cuyas señales se mezclaban con las del planeta.
Confirmación del papel de la neblina gracias al James Webb

La llegada del telescopio James Webb supuso un antes y un después. Sus avanzados instrumentos infrarrojos lograron diferenciar por primera vez el resplandor térmico de Plutón del de Caronte. Los resultados encajaron a la perfección con las predicciones: la neblina estratificada es la principal responsable del balance térmico, regulando la temperatura del planeta enano a través de la absorción y posterior emisión de energía.
Xi Zhang ha destacado que es poco habitual en ciencia planetaria que una hipótesis se confirme tan rápidamente. Los científicos resaltan que esta dinámica atmosférica, dominada por partículas en suspensión, es completamente distinta a la que se observa en otros planetas, donde predominan las moléculas de gas.
Implicaciones para otros mundos y para el pasado de la Tierra

Este descubrimiento abre numerosas incógnitas sobre el funcionamiento atmosférico de otros cuerpos rodeados por densas brumas, como Tritón (luna de Neptuno) o Titán (luna de Saturno). La posibilidad de que climas similares puedan registrarse en estos satélites aumenta el interés por ampliar las investigaciones con el James Webb y futuras misiones espaciales.
Asimismo, los investigadores sugieren que nuestro propio planeta pudo haber atravesado una etapa semejante en su juventud, cuando la atmósfera terrestre tenía una composición muy diferente. Se plantea que una neblina rica en partículas orgánicas pudo haber ayudado a estabilizar el clima primitivo, favoreciendo la aparición y desarrollo de la vida mucho antes de que el oxígeno transformara la atmósfera de la Tierra.
Plutón se ha consolidado como un laboratorio natural excepcional para estudiar procesos relevantes tanto para la evolución del sistema solar como para el origen de la vida en nuestro planeta. La influencia de la neblina en su clima no solo revoluciona la visión sobre este planeta enano, sino que también invita a replantear la búsqueda de fenómenos similares en otros mundos lejanos.