
Por primera vez en la historia, la humanidad ha conseguido crear su propio eclipse solar, esta vez de manera artificial y lejos de la superficie terrestre. El logro, firmado por la Agencia Espacial Europea (ESA) gracias a la misión Proba-3, supone no solo un espectáculo visual sin precedentes, sino un verdadero avance para la investigación de los secretos más profundos del Sol.
En la actualidad, la ciencia solar afronta enormes desafíos técnicos y de conocimiento, pero el reciente avance cambia la manera de observar el astro rey y abre la puerta a una nueva generación de investigaciones sobre la atmósfera solar. La misión Proba-3 demuestra hasta dónde puede llegar la ingeniería europea y, sobre todo, la colaboración internacional.
¿Cómo se ha logrado crear un eclipse solar artificial en el espacio?

El corazón tecnológico del proyecto Proba-3 reside en dos satélites gemelos: el Ocultador y el Coronógrafo, que deben mantener una distancia de 150 metros entre ellos y alinearse de forma tan precisa que el margen de error no supere un milímetro. Gracias a avanzados sistemas de posicionamiento, navegación por GPS y sensores ópticos, ambos satélites se comportan como si fuesen una única y gigantesca herramienta científica en órbita.
El proceso es simple en concepto pero extremadamente complejo en ejecución: el satélite Ocultador porta un disco de 1,4 metros que bloquea la intensa luz del Sol, proyectando una sombra extremadamente pequeña sobre el instrumento ASPIICS ubicado en el Coronógrafo. Cuando la sombra de apenas 8 centímetros cubre la apertura del telescopio, se obtiene una visión sin interferencias del halo exterior del Sol, la enigmática corona solar.
De este modo, Proba-3 ha conseguido simular la alineación perfecta que normalmente ocurre solo durante un eclipse total, pero con la gran diferencia de que este fenómeno artificial puede repetirse cada 19,6 horas y mantenerse durante seis horas en cada ocasión. Un hito que supera con creces las limitaciones de los eclipses naturales, siempre escasos y de corta duración.
Las primeras imágenes inéditas de la corona solar

Las imágenes obtenidas por Proba-3 han causado un gran impacto en la comunidad científica. El instrumento ASPIICS consigue captar detalles de la corona solar que antes solo podían sospecharse durante contadísimos minutos al año y con las limitaciones propias de los eclipses naturales. Ahora, los datos se recopilan de manera continua y permiten observar estructuras de plasma, chorros y arcos magnéticos con una nitidez sin precedentes.
Las primeras instantáneas se han obtenido mediante la superposición de varias exposiciones de diferente duración, combinando así la información para abarcar desde las zonas más cercanas al disco solar hasta los bordes externos del campo de visión. Gracias a la reducción casi total de la luz parásita, se detectan formaciones tenues e inestables que podrían arrojar respuestas a enigmas solares que llevan décadas desconcertando a los astrofísicos.
Además, la misión incorpora instrumentos adicionales como un radiómetro (DARA) y un espectrómetro (3DEES) que permiten monitorear la energía solar y la presencia de electrones en los cinturones de radiación de la Tierra, ampliando aún más la utilidad de los datos recogidos.
Por qué es tan importante estudiar la corona del Sol

El estudio de la corona solar es clave para entender muchos de los comportamientos del Sol que afectan directamente a la Tierra. Por ejemplo, la corona es la cuna del viento solar y de las temidas eyecciones de masa coronal, fenómenos capaces de provocar auroras espectaculares pero también de alterar el funcionamiento de satélites, redes eléctricas, sistemas GPS y, en definitiva, de la tecnología moderna.
Uno de los grandes enigmas que los científicos esperan resolver es por qué la corona solar es millones de grados más caliente que la superficie aparente del Sol, una paradoja que ha generado numerosas hipótesis. Gracias a la capacidad de Proba-3 para realizar observaciones repetidas y prolongadas, se abre una nueva vía para comprender la dinámica energética y magnética de la atmósfera solar, así como para mejorar las predicciones sobre tormentas solares potencialmente peligrosas.
España, protagonista en el avance espacial europeo

El papel de España en la misión Proba-3 ha sido más que relevante. La industria nacional, liderada por la empresa Sener Aeroespacial como contratista principal, ha coordinado el proyecto y asumido la responsabilidad tanto del segmento de vuelo como del de tierra. Además de Sener, han participado empresas clave como Airbus Defence and Space, GMV y otros socios nacionales e internacionales, en un consorcio de más de 29 empresas de 17 países.
España ha aportado cerca del 40% de la financiación total del programa, destacando su apuesta por la innovación tecnológica y su liderazgo en el área espacial europea. Este logro consolida a la industria española como un referente para futuras misiones colaborativas de alta precisión y sitúa al país a la vanguardia de las tecnologías de vuelo en formación.
Ventajas frente a los eclipses solares naturales

Hasta ahora, las mejores imágenes de la corona solar dependían de la suerte: los eclipses naturales ocurren una o dos veces al año y apenas duran unos minutos. Proba-3 permite crear eclipses ‘a la carta’, repetidos cada 19,6 horas y de hasta seis horas de duración cada uno. Esto supone un avance radical en la capacidad de observación, facilitando experimentos y recopilación de datos imposibles hace solo unos años.
Gracias a esta frecuencia y duración, los científicos pueden monitorizar cambios sutiles en la actividad solar y tener un flujo constante de información, lo que redundará en una mejor comprensión del clima espacial y permitirá anticiparse mejor a las amenazas relacionadas con la actividad solar.
El futuro de la ciencia solar y la exploración espacial

El éxito de Proba-3 no se limita a su impacto científico inmediato. La tecnología validada en esta misión abre la puerta a telescopios espaciales modulares y a misiones de exploración avanzada que dependen del vuelo en formación precisa. La ESA ya trabaja en cómo integrar estos sistemas en nuevos proyectos, lo que permitirá abordar retos científicos mucho más ambiciosos en los próximos años.
Mientras tanto, la misión seguirá ampliando el tiempo de observación y perfeccionando la autonomía de las maniobras en el espacio. El objetivo es llegar a un punto en el que los satélites sean capaces de funcionar sin necesidad de supervisión constante desde la Tierra, incrementando así la eficiencia de futuras misiones colaborativas y distribuidas en el espacio profundo.
La creación del primer eclipse solar artificial en el espacio representa mucho más que una hazaña técnica; es el inicio de una etapa en la que la observación del Sol deja de depender de rarezas cósmicas para convertirse en una cuestión de planificación y tecnología. Europa, y especialmente España, han demostrado que la cooperación internacional y la apuesta por la innovación pueden cambiar las reglas del juego en la ciencia y tecnología espacial.

