El misterio de los eclipses solares ha fascinado a la humanidad durante generaciones, pero ahora, gracias a un avance tecnológico sin precedentes, los científicos han conseguido reproducir este fenómeno bajo demanda y a miles de kilómetros de la superficie terrestre. La Agencia Espacial Europea (ESA) ha sido la responsable de ejecutar en órbita el primer eclipse solar artificial, logrando con ello un hito histórico en la observación astronómica y el estudio del Sol.
Este logro llega de la mano de la misión Proba-3, compuesta por dos pequeños satélites –Occulter y Coronagraph– que vuelan en formación a solo 150 metros de distancia. Utilizando tecnologías europeas de navegación, posicionamiento y control, ambos aparatos consiguen mantenerse perfectamente alineados con una precisión de menos de un milímetro, algo indispensable para simular el efecto de la Luna tapando el Sol durante un eclipse total.
¿Cómo se genera un eclipse solar artificial?

La clave de la misión reside en la función de cada satélite: el Occulter actúa como una ‘Luna artificial’, bloqueando la intensa luz solar gracias a un disco de 1,4 metros de diámetro. La sombra creada –de tan solo 8 centímetros de ancho– cae exactamente sobre el segundo satélite, el Coronagraph, que porta el sofisticado instrumento ASPIICS. Este telescopio especializado obtiene imágenes de la corona solar, la capa más externa y misteriosa de la atmósfera del Sol, permitiendo estudiarla en detalle sin el velo cegador del disco solar.
Imágenes inéditas y lo que revelan sobre el Sol

Las primeras imágenes obtenidas por Proba-3 están revolucionando la forma en que contemplamos la corona solar. Estas se logran combinando tres exposiciones diferentes, cada una con un tiempo específico, y así se consigue una visión completa y detallada que habitualmente solo es visible durante cortos instantes en los eclipses naturales.
En las imágenes se observan espectaculares detalles en varios colores que reflejan distintos elementos y temperaturas: tonos verdes oscuros delatan la presencia de hierro ultracaliente, el amarillo destaca prominencias solares –gigantescos lazos de plasma– y el violeta revela estructuras denominadas ‘serpentinas coronales’. Gracias al diseño de la misión, estas observaciones se logran sin interferencias de la atmósfera y con una calidad nunca antes vista.
La corona solar es una de las regiones más enigmáticas del Sol: aunque está más lejos del núcleo, alcanza temperaturas de hasta 2 millones de grados centígrados, mucho más altas que la superficie visible del astro. Comprender por qué sucede esto, y cómo las eyecciones de masa coronal afectan al clima espacial y a las telecomunicaciones en la Tierra, es uno de los objetivos clave de la misión Proba-3.
Innovación tecnológica y cooperación internacional

Detrás de este proyecto hay una colaboración europea que incluye a más de 29 empresas de 14 países diferentes. Las aportaciones abarcan desde sensores de seguimiento solar hasta detectores de luz producidos por startups europeas, además de un software de control completamente diseñado para orquestar la coreografía orbital tan precisa que la misión requiere. El consorcio está liderado por la ESA y cuenta con la participación directa de la empresa española Sener, entre otras firmas tecnológicas.
Además de las cámaras, Proba-3 está equipado con instrumentos que miden la energía solar y detectan partículas energéticas, ampliando así el alcance científico de la misión. Todo el proceso se realiza en una órbita elíptica que va de 600 a 60.000 kilómetros de altura y se ejecuta principalmente cerca del apogeo, cuando la influencia gravitacional y la fricción de la atmósfera terrestre son mínimas, lo cual permite ahorrar combustible y mantener el alineamiento durante horas.
Un nuevo paradigma para la ciencia solar
La misión Proba-3 supone un cambio de paradigma: permite a la comunidad científica replicar y estudiar eclipses solares a voluntad, abriendo la puerta a experimentos y análisis imposibles hasta la fecha. Entre los grandes beneficiados están quienes investigan el clima espacial, la física del plasma y la influencia del Sol sobre la Tierra.
La ESA aplica una política de datos abiertos: cualquier persona puede acceder a las imágenes y mediciones no calibradas, facilitando el trabajo colaborativo y la participación tanto de científicos como de entusiastas y aficionados a la astronomía. Se espera que, a lo largo de los dos años previstos de misión, se obtengan más de 1.000 horas de imágenes de la corona. Una vez agotado el combustible, los satélites de Proba-3 se desintegrarán al entrar en la atmósfera terrestre.
