Recientes hallazgos científicos han puesto de manifiesto la existencia de enormes reservas de hidrógeno ocultas bajo la corteza terrestre, capaces, en teoría, de proporcionar energía a la humanidad durante decenas de miles de años. Este descubrimiento abre una nueva ventana para la búsqueda de fuentes energéticas limpias y alternativas en un contexto de transición hacia modelos menos contaminantes.
Un equipo multidisciplinar formado por expertos de universidades del Reino Unido y Canadá ha publicado un extenso análisis en la revista Nature. En este trabajo, proponen una metodología para identificar dónde pueden encontrarse estos yacimientos subterráneos de hidrógeno. Los científicos aseguran que parte de este gas permanece inalterado, atrapado en la corteza terrestre, y explican qué condiciones hacen posible tanto su generación como su almacenamiento.
Cómo se forma el hidrógeno bajo tierra
El estudio señala que para que el hidrógeno se produzca de manera natural y se acumule en el subsuelo es necesario un conjunto específico de factores geológicos. Entre ellos destacan las rocas ricas en hierro —como la peridotita o el basalto— que originan hidrógeno mediante reacciones químicas con el agua. También han identificado la intervención de rocas con elevados contenidos de elementos radiactivos (como uranio o torio), capaces de generar hidrógeno a través del proceso de radiólisis.
La interacción con aguas subterráneas resulta igualmente esencial, ya que facilita las reacciones químicas necesarias para la producción de hidrógeno durante periodos prolongados. Además, la existencia de vías de migración —fracturas o fallas— permite que el gas se desplace y se acumule en bolsas subterráneas denominadas yacimientos. Para retener el hidrógeno y evitar que se escape o sea consumido por microorganismos, hacen falta trampas geológicas impermeables, como pueden ser capas de sal o arcilla.
Por último, unas condiciones de estabilidad geológica y baja actividad microbiana son imprescindibles para preservar el hidrógeno almacenado a lo largo de millones de años. El equipo de investigación apunta que muchos de estos ‘ingredientes’ coexisten en formaciones comunes repartidas por todo el planeta, como los complejos ofiolíticos o antiguos cinturones de granito, que se perfilan como entornos prometedores para futuras exploraciones.
Una fuente energética potencialmente inagotable
Si sumamos todo el hidrógeno generado y almacenado de forma natural en la corteza continental durante los últimos mil millones de años, estiman los autores del estudio, la cantidad teórica sería suficiente para suministrar energía al planeta durante unos 170.000 años. Sin embargo, advierten que esto corresponde al potencial generativo total, no a una reserva completamente utilizable desde el primer momento.
La realidad es que parte de este hidrógeno ya se ha perdido, ha sido consumido por microorganismos o se encuentra en lugares inaccesibles con la tecnología actual. Por tanto, la cifra no debe interpretarse como una garantía de acceso inmediato, sino como una referencia acerca del potencial existente.
Hacia una transición energética baja en carbono
Los investigadores defienden que entender y perfeccionar la ‘receta’ para localizar yacimientos de hidrógeno subterráneo podría contribuir de manera decisiva a la transición energética global. El hidrógeno destaca por ser una fuente de energía limpia, sin emisiones contaminantes, con aplicaciones en sectores muy diversos. Según los autores, una exploración sistemática y basada en principios sólidos puede abrir el camino hacia el aprovechamiento comercial de estos recursos, ayudando a reducir la dependencia de los combustibles fósiles.
A modo de ejemplo, el equipo compara el proceso con la preparación de una receta culinaria: si uno de los ingredientes falla, el resultado puede ser decepcionante. Por eso, proponen una estrategia de exploración replicable, que permita identificar depósitos viables en diferentes regiones del mundo.
El descubrimiento de estos depósitos de hidrógeno escondidos bajo nuestros pies invita a replantear el futuro energético mundial desde una perspectiva más sostenible y menos nociva para el medioambiente. Aunque no todo el potencial podrá ser explotado de inmediato, supone un estímulo para la investigación y el desarrollo de tecnologías encaminadas a aprovechar una fuente limpia, abundante y, en gran medida, desconocida hasta ahora.