Actualización sobre la vigilancia, descubrimiento y riesgos de asteroides próximos a la Tierra

  • Más de un millón de asteroides identificados, con cientos catalogados como potencialmente peligrosos.
  • El seguimiento global y nuevas tecnologías mejoran la detección y predicción de impactos.
  • Misiones como DART y HERA muestran avances en defensa planetaria frente a asteroides.
  • Recientes aproximaciones de asteroides no han supuesto amenazas, pero el monitoreo continúa.

asteroides próximos a la Tierra

La creciente atención científica y mediática en torno a la amenaza de los asteroides ha llevado a las distintas agencias espaciales y redes de observación del mundo a monitorizar de manera constante estos cuerpos rocosos. Aunque el riesgo de impacto con la Tierra suele resultar limitado en la mayoría de los casos, la vigilancia se ha intensificado gracias a los avances en telescopios, cálculos orbitales y misiones espaciales especializadas.

Los asteroides son remanentes de la formación del sistema solar hace aproximadamente 4.600 millones de años. Pueden encontrarse aislados, agrupados en cinturones como el situado entre Marte y Júpiter, o en trayectorias que cruzan órbitas planetarias, incluido nuestro propio planeta. Sus tamaños varían desde unos pocos metros hasta más de un kilómetro de diámetro, y algunos cuentan con satélites propios.

¿Qué tipos de asteroides existen y dónde se localizan?

diferentes tipos de asteroides

Según la composición y ubicación, se distinguen varios tipos: los «C-tipo», ricos en material carbonoso; los «S-tipo», formados principalmente por roca, y los «M-tipo», con alto contenido metálico. La mayoría está localizada en el cinturón principal de asteroides, aunque otros, llamados «troyanos», comparten órbita con planetas y algunos mantienen trayectorias cercanas a la Tierra, recibiendo el nombre de NEOs (Near-Earth Objects u Objetos Cercanos a la Tierra). ¿Qué son los asteroides?

Actualmente, se conocen más de un millón de asteroides, de los cuales cerca de 39.000 son clasificados como próximos a la Tierra. Dentro de ese grupo, aproximadamente 2.500 cumplen con los requisitos para ser considerados potencialmente peligrosos: una distancia mínima de 7,5 millones de kilómetros respecto a nuestro planeta y un tamaño superior a 140 metros.

Observación, seguimiento y alertas recientes

Los sistemas de vigilancia global, como la Red de Observación de Objetos Cercanos a la Tierra, emplean telescopios terrestres y espaciales—incluidos el Gran Telescopio Canarias, el Observatorio del Teide, el James Webb y el telescopio Hubble—para realizar tareas de descubrimiento, seguimiento y catalogación de estos cuerpos celestes. El objetivo es anticipar riesgos potenciales mediante el análisis de trayectorias y probabilidades de impacto.

La detección y el monitoreo de nuevos asteroides es constante. Por ejemplo, el asteroide 2024 YR4, de entre 40 y 90 metros de diámetro, fue motivo de alerta por su posible impacto en la Tierra en 2032. Sin embargo, nuevas observaciones permitieron descartar cualquier peligro para nuestro planeta, aunque se mantiene una remota posibilidad de colisión con la Luna.

Otros acercamientos notables han sido los de los asteroides 2025 OW (64 metros de diámetro, a 633.000 kilómetros de la Tierra), 2022 YS5 (29-62 metros, a 6.683.000 kilómetros), 2018 BY6 (64 metros, a 5,2 millones de kilómetros), y 2025 ME92 (29 metros, a 5,1 millones de kilómetros). Ninguno de estos cuerpos supuso riesgo real de impacto, aunque figuran bajo vigilancia continua.

asteroide a tierra
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¿Qué ocurre cuando un asteroide es potencialmente peligroso?

Cuando se detecta un objeto cuya trayectoria podría llevarlo a una colisión con la Tierra, se activa un protocolo internacional de seguimiento que implica a observatorios globales y organizaciones especializadas como la ONU. Se calculan probabilidades de impacto, se refina la información orbital y, si el riesgo persiste por encima del 1%, se intensifican los esfuerzos para obtener nuevos datos y predecir su paso futuro.

El perfeccionamiento de la astrometría y la espectroscopia permite conocer con cada vez mayor detalle tanto la órbita como la composición de estos cuerpos. Así, se pueden diseñar estrategias para desviar o mitigar la amenaza, si fuese necesario, adaptadas a las características físicas y químicas del objeto en cuestión.

Tecnología y misiones de defensa planetaria

Las iniciativas más avanzadas en defensa planetaria incluyen la misión DART de la NASA, que logró desviar con éxito un satélite de un asteroide binario mediante impacto, modificando su órbita significativamente. Además, la Agencia Espacial Europea desarrolla la misión HERA para analizar los efectos del impacto y estudiar la estructura y composición de los asteroides Didymos y Dimorphos.

El despliegue de nuevos telescopios como el Observatorio Vera Rubin y el FlyEye de la Agencia Espacial Europea, ubicados en Chile, ampliará la capacidad de detectar y rastrear asteroides incluso más pequeños y rápidos que los conocidos hasta ahora.

Impactos históricos y frecuencia de amenazas

La historia reciente incluye eventos como el impacto del asteroide en Cheliábinsk en 2013, cuando un cuerpo de unos 18 metros atravesó la atmósfera generando una potente onda expansiva que causó más de un millar de heridos. A escala mayor, el evento Tunguska en 1908 es un referente: un objeto de aproximadamente 50 metros devastó cerca de 2.000 kilómetros cuadrados de taiga siberiana.

Los expertos aseguran que la probabilidad de que un asteroide de dimensiones kilométricas cause una extinción como la de los dinosaurios es extremadamente baja. La frecuencia estimada para impactos de ese tamaño es de decenas de millones de años, y no se ha identificado ningún objeto de tal tamaño que represente un riesgo en los próximos milenios.

Los incidentes menores, con objetos de tamaño métrico o decamétrico, son mucho más comunes y la atmósfera terrestre suele desintegrarlos antes de que puedan llegar al suelo. Los sistemas de alerta global están diseñados para identificar todos los potenciales candidatos mayores de 50 metros, ya que, aunque poco frecuentes, podrían causar daños importantes si impactaran en zonas habitadas.

El avance en la tecnología continúa fortaleciendo la vigilancia del espacio y la capacidad de anticipar amenazas, permitiendo mantener bajo control el riesgo de impacto y preparar a la humanidad para afrontar cualquier eventualidad relacionada con estos visitantes cósmicos, incluso frente a un riesgo estadísticamente remoto pero siempre presente.