El cambio climático es un fenómeno ambiental que afecta a todos los seres vivos en el planeta, sin embargo, los niños son el grupo poblacional más vulnerable. Estas afectaciones son especialmente críticas en regiones donde las condiciones socioeconómicas son más precarias. Los niños no solo sufrirán por los efectos directos del cambio climático, como las altas temperaturas, olas de calor, sequías e inundaciones, sino que también se verán impactados por factores como la calidad del agua y el aire, lo que repercute en su salud y desarrollo.
Un informe de UNICEF señala que, para el año 2030, se espera una reducción en la producción agrícola de entre el 10% y el 25%, lo que resultará en casi 95,000 muertes adicionales de niños menores de 5 años por desnutrición. Esta alarmante proyección pone de manifiesto la necesidad urgente de abordar el problema del cambio climático desde una perspectiva que priorice la salud infantil y su alimentación adecuada. Para entender mejor este tema, se pueden consultar los próximos desafíos que enfrentaremos en los próximos años.
Se estima que, al ritmo actual de consumo, necesitaremos 1.6 planetas para satisfacer nuestras demandas. Este modelo de consumo insostenible es incompatible con la capacidad de la Tierra. Con el crecimiento demográfico, la presión sobre los recursos naturales aumentará, afectando no solo a África, sino a todos los rincones del mundo. Este aumento en la presión sobre los recursos puede generar situaciones extremas, como se ha visto en las sequías en Kenia y el impacto en la salud infantil en diversas regiones, haciendo evidente la crisis de salud en niños por el cambio climático.
Según Maite Pacheco, directora de Sensibilización y Políticas de Infancia de UNICEF Comité Español, el cambio climático podría eliminar los avances logrados en la supervivencia infantil a nivel mundial, afectando también a los niños en España. En este sentido, es crucial considerar cómo el cambio climático está impactando la salud y el bienestar de los más pequeños, sobre todo en lo que respecta a las diferencias entre cambio climático y calentamiento global, y la relación con el crecimiento de la vulnerabilidad.
Las proyecciones indican que para el 2050, la temperatura media en España podría aumentar hasta 5 grados centígrados. Esta dramática subida podría resultar en problemas neurológicos en bebés prematuros y en un incremento de las hospitalizaciones por causas gastrointestinales en niños menores de 14 años. La falta de atención a estos problemas podría llevar a un aumento en el impacto del cambio climático en la salud infantil y, por tanto, a una crisis mayor, similar a lo que enfrentan ciudades afectadas por el calentamiento global.
Además de los problemas de salud directa, el cambio climático contribuye al aumento de alergias y enfermedades respiratorias, efectos que se ven agravados por la contaminación urbana. Esto pone a los sistemas de salud bajo una presión cada vez mayor, lo que podría llevar a un colapso en servicios médicos. De hecho, el estrés que genera esta situación puede afectar también el bienestar emocional de los niños, y la salud mental de los más jóvenes se ve amenazada por estos cambios. En este sentido, la salud de las mujeres embarazadas también se ve afectada, lo que repercute en sus hijos y agrava la crisis ambiental en el entorno familiar.
Los informes de UNICEF y otras organizaciones demuestran que el cambio climático afecta de manera desproporcionada a los niños en situación de pobreza extrema, que son los menos responsables de la crisis climática pero los más afectados. En muchas partes del mundo, cerca de 850 millones de niños (es decir, 1 de cada 3) vive en áreas vulnerables a múltiples impactos climáticos, lo que pone en riesgo su futuro. Los niños que enfrentan estos desafíos son quienes se verán más afectados por el desplazamiento forzado debido a las condiciones extremas, reflejando una crisis de recursos cada vez más evidente.
La Observación General nº 26 del Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, que se publicó el 28 de agosto, destaca que los niños tienen derecho a un medioambiente limpio y saludable, y propone medidas urgentes para proteger a los más vulnerables. Esto es especialmente relevante en un contexto donde el cambio climático puede causar estragos en la infraestructura de salud pública, lo que también se relaciona con la seguridad alimentaria en diversas regiones, como se menciona en Somalia.
Los efectos del cambio climático incluyen un impacto negativo en la salud de los niños, incrementando la vulnerabilidad a enfermedades como cólera, malaria y dengue. A la luz de esto, se estima que el 88% del incremento de estas enfermedades recaerá en niños menores de cinco años. En este sentido, los datos revelan la necesidad urgente de tomar medidas en el contexto de la salud infantil y la educación ambiental en un mundo cada vez más afectado por la crisis de desertificación.
Es esencial entender que el cambio climático no solo es un problema ambiental, sino que es una crisis de derechos infantiles. La degradación del medioambiente impacta directamente en la alimentación, la salud y la educación de los niños. Las sequías y inundaciones no solo causan desplazamientos forzados, sino que también destruyen las infraestructuras de salud y educación, lo que afecta a la capacidad de los niños para prosperar. Esto se ve reflejado en lugares de crisis, donde la adaptación de la fauna enfrenta desafíos.
Los grupos más vulnerables, incluidos los niños de comunidades indígenas, aquellos en situación de calle o desplazados, enfrentan desafíos aún mayores. La situación de estas comunidades debe ser prioritaria en agendas globales si deseamos mitigar el impacto del cambio climático en la salud infantil y promover políticas que aborden estos problemas.
El incremento de temperaturas y la mala calidad del aire también están relacionados con problemas de salud mental en los niños. La incertidumbre sobre el futuro y el estrés asociado a eventos climáticos extremos crean una carga emocional significativa para las nuevas generaciones, lo que podría afectar su desarrollo psicológico y emocional, algo que ya se ha podido observar en diversas comunidades, y que requiere atención inmediata en la adaptación y mitigación de los efectos.
Los pediatras y expertos en salud pública advierten que el cambio climático es una crisis que requiere una acción inmediata. Es crucial desarrollar programas que incluyan a niños y familias en la discusión sobre el medio ambiente y las soluciones para mitigar los efectos negativos del cambio climático. La inclusión de los pequeños en la búsqueda de soluciones es fundamental, y el conocimiento sobre la vulnerabilidad de Vanuatu es un ejemplo a considerar.
Algunas de las medidas esenciales que se deben implementar incluyen:
- Transformar la agricultura e implementar prácticas sostenibles para asegurar la alimentación adecuada de los niños.
- Aumentar el acceso a agua limpia y garantizar un aire saludable.
- Fomentar la educación ambiental, permitiendo que los niños comprendan y actúen sobre los problemas ambientales.
- Impulsar políticas que promuevan la justicia climática y el respeto de los derechos de los niños, priorizando a los grupos más vulnerables.
Es esencial que se desarrollen políticas inclusivas y se garantice que los niños tengan voz en la toma de decisiones, reconociendo su derecho a un futuro saludable y sostenible. La situación actual requiere que todos actuemos de manera solidaria con el futuro de nuestros niños y se aborden temas relacionados como el plutoceno y sus efectos.
El aumento del estrés climático y las adversidades relacionadas con el medio ambiente requieren que tanto las comunidades locales como los gobiernos globales actúen con rapidez para mitigar los efectos adversos del cambio climático en la infancia. Para lograrlo, es crucial que se evalúen y tengan en cuenta las opiniones y necesidades de los niños al diseñar soluciones que respondan a estos desafíos.